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Leer online el libro de luna nueva - Edward y Bella

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—Sí —susurré—. Me perdí.<br />

El doctor asintió con gesto pensativo mientras sus <strong>de</strong>dos tanteaban<br />

cuidadosamente las glándulas <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> mi mandíbula. El rostro <strong>de</strong> Charlie se<br />

endureció.<br />

—¿Te sientes cansada? —preguntó <strong>el</strong> doctor Gerandy.<br />

Asentí y cerré los ojos obedientemente. Poco <strong>de</strong>spués, oí cómo <strong>el</strong> doctor le <strong>de</strong>cía<br />

a mi padre entre cuchicheos:<br />

—No creo que le pase nada malo. Sólo está exhausta. Déjala dormir y vendré a<br />

verla mañana —hizo una pausa y <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> consultar su r<strong>el</strong>oj, porque añadió—:<br />

Bueno, en realidad, hoy.<br />

Hubo unos crujidos cuando ambos se levantaron d<strong>el</strong> sofá y se pusieron <strong>de</strong> pie.<br />

—¿Es verdad? —susurró Charlie. Sus voces se oían ahora más lejanas. Yo<br />

intenté escuchar—. ¿Se han ido?<br />

—El doctor Cullen nos pidió que no dijéramos nada —explicó <strong>el</strong> doctor<br />

Gerandy—. La oferta fue muy repentina, y tenían que tomar la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> forma<br />

inmediata. Carlisle no quería convertir su marcha en un espectáculo.<br />

—Pues hubiera estado bien que me hubiera dado algún tipo <strong>de</strong> aviso —gruñó<br />

Charlie.<br />

La voz d<strong>el</strong> doctor Gerandy sonaba incómoda cuando replicó:<br />

—Sí, bueno, en estas circunstancias hubiera sido apropiado cualquier clase <strong>de</strong><br />

aviso.<br />

No quise escuchar más. Tomé <strong>el</strong> bor<strong>de</strong> d<strong>el</strong> edredón con <strong>el</strong> que alguien me había<br />

tapado y me lo pasé por encima <strong>de</strong> la cabeza.<br />

A ratos me hundía en la inconsciencia, a ratos salía <strong>de</strong> <strong>el</strong>la. Alcancé a oír cómo<br />

Charlie daba las gracias a los voluntarios en voz baja. Éstos se marcharon uno por<br />

uno. Sentí sus <strong>de</strong>dos en mi frente y <strong>de</strong>spués <strong>el</strong> peso <strong>de</strong> otra manta. El t<strong>el</strong>éfono<br />

repiqueteó varias veces y él se apresuró a aten<strong>de</strong>rlo antes <strong>de</strong> que pudiera<br />

<strong>de</strong>spertarme. Murmuró palabras tranquilizadoras en voz baja a quienes<br />

t<strong>el</strong>efoneaban.<br />

—Sí, la hemos hallado y se encuentra bien. Se perdió, pero ya está bien —<strong>de</strong>cía<br />

una y otra vez.<br />

Oí <strong>el</strong> chirrido <strong>de</strong> los mu<strong>el</strong>les <strong>de</strong> la butaca cuando se instaló en <strong>el</strong>la para pasar la<br />

noche.<br />

El t<strong>el</strong>éfono sonó <strong>de</strong> nuevo a los pocos minutos.<br />

Charlie refunfuñó mientras se incorporaba con dificultad una vez más y<br />

<strong>de</strong>spués se apresuró, trastabillando, hacia la cocina. Hundí la cabeza más<br />

profundamente <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> las mantas, no quería escuchar otra vez la misma<br />

conversación.<br />

—Diga —dijo Charlie y bostezó.<br />

Le cambió la voz y sonó mucho más espabilada cuando volvió a hablar.<br />

—¿Dón<strong>de</strong>? —hubo una pausa—. ¿Estás segura <strong>de</strong> que es fuera <strong>de</strong> la reserva? —<br />

otra pausa corta—. Pero ¿qué pue<strong>de</strong> ar<strong>de</strong>r allí fuera? —parecía preocupado y<br />

<strong>de</strong>sconcertado a la vez—. Vale, t<strong>el</strong>efonearé a ver qué pasa.<br />

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