Leer online el libro de luna nueva - Edward y Bella
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la satisfacción <strong>de</strong> un <strong>de</strong>seo, es <strong>de</strong>cir, un alivio momentáneo <strong>de</strong> la pena al aferrarme a<br />
la i<strong>de</strong>a incorrecta <strong>de</strong> que a él le preocupaba que yo viviera o muriera. Una proyección<br />
<strong>de</strong> lo que él habría dicho si a) estuviera aquí, b) le afectara <strong>de</strong> alguna manera que me<br />
pasara algo malo.<br />
Era probable.<br />
No imaginaba una tercera opción, <strong>de</strong> modo que sólo me cabía la esperanza <strong>de</strong><br />
que fuera la segunda opción la correcta, que se tratara <strong>de</strong> un <strong>de</strong>svarío d<strong>el</strong><br />
subconsciente en vez <strong>de</strong> algo que exigiera mi hospitalización.<br />
Quizás mi reacción no fue <strong>de</strong>masiado cuerda, pero lo cierto es que me sentí...<br />
agra<strong>de</strong>cida. Lo que más temía per<strong>de</strong>r era precisamente <strong>el</strong> sonido <strong>de</strong> su voz y aplaudí<br />
a mi subconsciente <strong>el</strong> que hubiera sido capaz <strong>de</strong> recuperar aqu<strong>el</strong> sonido mucho mejor<br />
que mi mente consciente.<br />
No me permitía casi nunca pensar en él, e intentaba mostrarme estricta a ese<br />
respecto. Era humana, y a veces fallaba, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, pero había mejorado tanto que<br />
en aqu<strong>el</strong> momento ya podía <strong>el</strong>udir la pena varios días, pero la consecuencia era ese<br />
aturdimiento infinito. Entre la pena y la nada, había <strong>de</strong>cidido escoger la nada.<br />
Y ahora, al salir <strong>de</strong> mi embotamiento, <strong>el</strong> dolor resurgiría <strong>de</strong> un momento a otro.<br />
Después <strong>de</strong> morar tantos meses en la niebla, mis sensaciones eran<br />
sorpren<strong>de</strong>ntemente intensas. Sin embargo, <strong>el</strong> dolor normal no apareció. Lo único que<br />
sí podía sentir era la <strong>de</strong>cepción que me causaba <strong>el</strong> <strong>de</strong>svanecimiento <strong>de</strong> su voz.<br />
Hubo un segundo <strong>de</strong> vacilación.<br />
Lo más int<strong>el</strong>igente, sin duda, sería huir <strong>de</strong> ese camino potencialmente<br />
<strong>de</strong>structivo, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> que me llevaría hacia una segura inestabilidad mental. Era<br />
una estupi<strong>de</strong>z estimular las alucinaciones.<br />
Pero su voz se <strong>de</strong>svanecía.<br />
Avancé otro paso para probar.<br />
B<strong>el</strong>la, da media vu<strong>el</strong>ta, gruñó.<br />
Suspiré aliviada. Era su ira lo que yo quería oír, aunque fuera falsa y un dudoso<br />
regalo <strong>de</strong> mi subconsciente, que me hacía creer que yo le importaba.<br />
Mientras yo llegaba a todas estas conclusiones, habían pasado apenas unos<br />
cuantos segundos. Mi pequeño público observaba, curioso. Probablemente parecía<br />
como si yo vacilara entre acercarme a <strong>el</strong>los o no. ¿Cómo podrían <strong>el</strong>los saber que yo<br />
estaba allí disfrutando <strong>de</strong> un inesperado momento <strong>de</strong> locura?<br />
—¡Eh! —me saludó uno <strong>de</strong> aqu<strong>el</strong>los hombres, con un tono confiado y un poco<br />
sarcástico. Era rubio y <strong>de</strong> tez blanca, y estaba allí <strong>de</strong> pie con la suficiencia <strong>de</strong> alguien<br />
que se sabe bastante bien parecido. Realmente no podría <strong>de</strong>cir si lo era o no. Tenía<br />
<strong>de</strong>masiados prejuicios.<br />
La voz en mi mente respondió con un exquisito rugido. Yo sonreí, y <strong>el</strong> hombre,<br />
confiado, lo tomó como un estímulo por mi parte.<br />
—¿Te puedo ayudar en algo? Parece que te has perdido —sonrió y me guiñó un<br />
ojo.<br />
Puse un pie con cuidado sobre la alcantarilla, que corría en la oscuridad con<br />
agua que parecía negra.<br />
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