Para Blanca Coaquira (Donde quiera esté su reino) - Tres Tribus Cine

mi defensa.
¿Por qué, Eva María? Dime por qué te fueron a parir así tan
perfecta, vertical, concisa, exacta como la maquinaria de un frío
reloj suizo.
Lentos, tediosos, opacos y tristes habrían de transcurrir los días
y horas en que yo me encerré en su ausencia, recordándola sobre
mi almohada; como se dice, llorando sobre la leche derramada.
Luego me empezó a comer la nostalgia y había sido mala consejera:
me habló a través de la carótida izquierda, diciéndome que en las
cosas del corazón no se debe arrojar la toalla prematuramente
y que, cuando todas las puertas se cierran, siempre queda algo.
La imaginación, por ejemplo, que es —en estos casos— una
herramienta de lucha igual que en ese antiguo corto de video que
ví siendo un niño todavía y que ahora ya no me parece tan cursi:
Sonia Lima, te quiero. ¿Lo vio usted? Se trata de un loco que anda
pintando sus desamores en todas las paredes de la ciudad.
En realidad no lo pensé mucho. Sólo había que tener paciencia, que
la noche se convirtiera en mi cómplice y los sufridos habitantes
de la urbe se retiraran a sus respectivas casas a soñar con los
angelitos. Mientras merodeaba por el lugar, contemplando aquel
espacio horizontal como si fuera un ancho y duro lienzo, pensé
una vez más en Eva María. La Plaza se fue vaciando de a poco
hasta quedar casi desierta, y como ya no está más ese obelisco
de piedras amorfas que ya ni me acuerdo a quiénes representaba
y tampoco el busto de aquel héroe nacional devaluado por tanto
recambio que se viene haciendo en el país, usted se habrá dado
cuenta de que en su lugar está ahora un monumento muchísimo
más importante. Usted sabe y sabemos todos por qué lo quitaron:
hacía un montón de años que el sitio había pasado a ser el epicentro
mismo de todas las protestas y reclamos de la chusma, aparte de
que por las noches la cotizada plaza se iba convirtiendo en urinario
además de guarida del lumpen.
La verdad es que era más fácil hacerlo antes, cuando las paredes y
su entorno estaban siempre pintarrajeados, y uno escribía cualquier
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