Para Blanca Coaquira (Donde quiera esté su reino) - Tres Tribus Cine

Cuando alguien osó comentar que la disminución de fotografías
de nuestro periódico —para entonces transformado en diario— era
sospechosa, las quitamos todas. Pascual se empeñó por un tiempo
en los dibujos y aunque era buen diseñador, al final admitió sus
limitaciones en la plástica, así que contratamos a un discreto
estudiante de Artes para que representara nuestras historias.
Incluso —como jamás antes— accedí a publicar un retrato mío,
al carbón.
Nuevamente fuimos blanco de acusaciones, pero no retrocedimos
un milímetro. Dediqué una de las editoriales a comentar la
necesidad de que el arte se hiciese parte de la cotidianeidad. Exalté
el valor documental y simbólico de los dibujos. Consecuencia: las
plásticas se pusieron de moda. Los medios se disputaban artistas
de acuarela y carboncillo.
Un buen día, un juez de Partido en lo Penal vino a buscarnos y,
torpemente, nos interrogó sobre el modo en que debía proceder
en un juicio que presidiría: Prefiero saberlo de antemano. Así
luego no tengo que mentir ni dar examen. Le contestamos que no
éramos jueces ni consejeros de nadie, pero el hombre insistió tanto
y tornóse tan razonable en su pedido, que estudiamos su caso.
El juez había recibido amenazas; la situación era complicada.
Con paciencia dilucidamos las opciones, buscando lo mejor para
todos. Es verdad que si confiesa lo del soborno, perderá una
buena chance de postulación para el año que viene; pero la otra
alternativa directamente lo anula como figura pública... El juicio
se postergó un día porque al magistrado, de los nervios, le atacó
una fuerte gripe. Luego, actuó de acuerdo a lo convenido y todo
salió a pedir de boca. Quedó sumamente agradecido. Valga decir
que en nuestros dibujos lo presentamos más delgado y, en sus
declaraciones, más hábil con las palabras de lo que en realidad
era.
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