Para Blanca Coaquira (Donde quiera esté su reino) - Tres Tribus Cine

Se fue acercando en un intento de llamar la atención. Lo logró. Una
bicicleta descarriada le dejó diez puntadas en la frente y la visión
de aquella mujer que lo llevaba a la sala de un hospital. La mujer
lo visitaba día por medio. Emiliano supo por ella, la hija de un ex
ministro del General, que el gobierno había sido deshecho por una
huelga de mujeres hacía más de cuatro años. “Se hizo justicia”,
dijo Luján. “No. Fue cansancio”, le respondió la mujer.
Llegó a La Paz con más pena que gloria. Vio la tristeza del Illimani,
el polvo del ayer acomodado en los tejados de las casas y el sol
de invierno dibujando sombras en rostros que ya no recordaba.
Decidió no abandonar nunca más la ciudad, pero no sucedió así. A
los dos meses de haber retornado tuvo que alistar su ropa, todavía
impregnada de la humedad del verano europeo, y escapar con
medio sucumbé en el estómago, en vísperas de un aniversario
más de la patria.
En sus notas, que las palomas hicieron trizas entre los escombros,
Emiliano Luján calificó su accionar como un error político.
El Presidente, sin embargo, lo consideró como una actividad
premeditada, sediciosa y terrorista.
Emiliano Luján, a su regreso de Europa, había encontrado el
apoyo partidario de la democracia para convertirse en redactor de
discursos. Su currículum, que contenía tres papeles acreditándolo
como ujier del anterior gobierno, fueron suficientes para darle la
profesión de Escritor y Periodista.
Confundir en el discurso del Presidente a Simón Bolívar con
el papá Bolívar y hacerlo merecedor de una victoria dos goles
contra uno en un partido reñido contra las fuerzas invasoras de
la Universidad Técnica de Cajamarca por la batalla de la Copa
Libertadores pudo haber sido pasable; lo imperdonable fue escribir
en la parte final: “¡Vivan los Potomártires de la Patria!”.
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