Para Blanca Coaquira (Donde quiera esté su reino) - Tres Tribus Cine

Tampoco abusamos, pagamos a lo que se puede. Me acerco con
mi plato, me lo llenan con lawa espesa y, lo peor, fría y sin sabor.
Normal también, los superiores nos roban la carne, y si te toca
un pedazo de racha es un milagro. Hace unas semanas salimos en
batida, nos cargamos una buena cantidad de perros. Nadie dijo
nada, nomás obedecimos, sin saber por qué ni para qué, como
cojudos, hasta que aparecieron en nuestros platos pedazos de carne
con pelos; recién caímos en cuenta, nos mandaban a cazar nuestra
comida. Desde ese día disparamos a todo menos a los perros. Estos
nos roban las provisiones de carne, las papas, todo lo que pueden,
como si no nos diéramos cuenta. Eso sí, el pan es sagrado; eso y
el café ralo no nos faltan nunca.
Los demás también se están contagiando del Toño, en el fondo se
alcoholizan por la misma mierda. Saco mi tablerito de ajedrez;
una buena partida te puede hacer olvidar hasta tu nombre. Nada,
como si no existiera, nadie quiere jugar conmigo. Es una de esas
noches de suspiros, tristeza, silencio y aburrimiento. Lo que hay
que aguantar a los amigos. ¡Todo por no estar solo! La vida no
me sabe bien si no estoy con una mujer, y yo sin poder salir, sin
poder perderme entre sus piernas ni agarrarme a sus tetas; me
gusta besarla suavito, en la boca, en los ojos, decirle bajito que es
linda, olerle el cuello y acariciarle el vientre con ternura. Carajo,
y yo clavado aquí sin poder escapar de estos cojudos.
Hasta que se le sale la voz al Toño.
—¿Te acuerdas, hermano, cómo me quería la Mery?
—Sí, la muy conchuda.
—Era flaquita, pero muy linda.
—¡Y bien sabrosa!
El Toño me mira fijo, con rabia.
—Mentira Toño, te estoy bromeando.
—Hasta ahora no sé por qué me ha dejado.
Nadie dice nada, un silencio cómplice nos calla la boca. La tristeza
del Toño se nos pega, nos contagia, siento que ya nos estamos
embarrando en mierda. Se me sale como un tiro.
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