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Para Blanca Coaquira (Donde quiera esté su reino) - Tres Tribus Cine

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—imaginariamente, claro— respiré profundamente aliviado. Y<br />

—zás— ya estaba. Ahora o nunca. Salté el enrejado con todo y<br />

herramientas y comencé remover la pintura con la brocha, tan<br />

gorda y tan ancha que apenas si podía <strong>su</strong>jetarla con la mano. La<br />

pintura verde —verde como mi esperanza— parecía palpitar en<br />

el tarro como diciendo: “vamos, házlo ya; házlo por Eva María,<br />

ella aún te ama, no seas cojudo”. Yo me veía en figurillas. ¿Cómo<br />

empezar? Con letras mayúsculas, por <strong>su</strong>puesto. ¿Qué le escribo?<br />

El mensaje debía ser conciso y claro, igual que los eslógans<br />

publicitarios. Mañana, pensé, cuando la ingrata se pare en la<br />

esquina de enfrente para esperar el minibus que la lleva a diario<br />

al colegio, lo leerá completo —cómo no hacerlo si al final todo<br />

el mundo mira el monumento cuando circula por ahí. Después<br />

me llamará por teléfono para decirme que me perdona por ser tan<br />

picaflor y yo le juraré por Dios y por la Pachamama que nunca,<br />

pero nunca más, miraré a otra mujer que no sea ella. Nuevamente<br />

estaremos juntitos, qué rico: primero, el helado de la tarde; luego,<br />

el paseo por El Prado, abrazados; más enamorados que nunca, y<br />

besitos por aquí y por allá, un poco para calentar el horno con<br />

estilo —como tiene que ser— que por algo me llamo Gustavo De<br />

la Riva. Después, al atardecer, rumbo a nuestro nidito de amor y<br />

otra vez a repasar las lecciones sobre el ruidoso catre.<br />

Cuantas veces habré orinado sobre este mismo muro cuando era<br />

más chango, antes de que la plaza se pusiera bonita como está<br />

ahora; pero, claro, ahora es distinta la cosa. La evidencia de mi<br />

sincero arrepentimiento quedaría por buen tiempo resistiendo los<br />

embates del sol inclemente y, a lo mejor, las lluvias del próximo<br />

verano. Así pensaba, haciendo escurrir un poco la pintura en el<br />

tarro. Ya está, mejor le quito <strong>su</strong> primer nombre y empiezo con el<br />

segundo, al fin que ni me gusta y ella siempre me dijo que prefería<br />

que la llamen María a secas, nombre demasiado hermoso para ser<br />

común. Así lo decidí al fin y comencé mi trabajo con un flamante<br />

brochazo, estirando el brazo lo más que pude: primero la M, luego<br />

la A, después la R. La I re<strong>su</strong>ltó mas fácil; ya casi tenía calculada<br />

la letra siguiente, cuando…<br />

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