Para Blanca Coaquira (Donde quiera esté su reino) - Tres Tribus Cine
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<strong>su</strong> príncipe azul, y viven felices para siempre. De pronto lo veo al<br />
Chueco, como siempre, agarrando <strong>su</strong> botella de trago; anda con<br />
<strong>su</strong>s amigos, los Chicanos. Joden a la gente, se ríen como locos,<br />
la gente se aparta apenas verlos, dan miedo. Me voy detrás de él.<br />
No le reclamo nada, aprendí a callarme desde la última vez que<br />
me sacó la mierda por reclamarle por lo de la Luli. Llegamos a la<br />
Avenida del Poeta, a una carpa donde viven otros como nosotros<br />
—lo llamamos “El Dormitorio”. El mal olor es inaguantable, pero<br />
ya estoy acostumbrada. Los tres se sientan en un rincón, sacan de<br />
<strong>su</strong>s ropas <strong>su</strong>s ganancias, sombreros de cholas, aretes de birlochas,<br />
gargantillas de chotas, ropa interior de mujer, unos zapatos de<br />
distinto color, lentes, una billetera, un sonajero, un paraguas negro,<br />
tres relojes de hombre, varios monederos de mujer, cuadernos,<br />
cuatro celulares y un osito de peluche. Es para mi wawa, dice el<br />
Hugo, uno de los Chicanos. Se ríen y se lo quitan de las manos.<br />
¡Esto es para venderlo, carajo! ordena el Chueco y todos se callan.<br />
Y tú, ¿qué trajiste?, me dice con <strong>su</strong> voz de cabrón. Saco de mi<br />
bolsillo un adornito, un angelito con las alas extendidas. ¿Y esta<br />
huevada para qué?, vuelve a decirme. Me rasco la cabeza y le<br />
digo “es para vos”.<br />
Ocho de la noche con diecisiete minutos y treinta segundos.<br />
Estoy emputada de esta vida.<br />
Nueve de la noche.<br />
Hace rato <strong>su</strong>bí la cuesta que da al Puente de las Américas. Ahora<br />
estoy aquí mirando las luces de los coches que pasan por debajo.<br />
Los veo, están discutiendo, el Chueco con la Luli. Caminan hacia<br />
mí, por el frente. No me ven. Oigo <strong>su</strong>s gritos; discuten porque el<br />
muy cabrón se llevó a otra chica al “Dormitorio” y se la cogió<br />
en <strong>su</strong> delante. Ella está cabreada —quién no con este mierda— y<br />
amenaza con tirarse del puente. Se <strong>su</strong>be a la baranda, se balancea<br />
peligrosamente, no hay ni un cana; nunca están cuando se los<br />
necesita. Intento cruzar, salvarla, decirle que ya se olvide del<br />
miserable hijo de puta que no vale la pena, pero no puedo; hay<br />
demasiados coches que van a gran velocidad. El muy cabrón se<br />
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