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Para Blanca Coaquira (Donde quiera esté su reino) - Tres Tribus Cine

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cara, sobresale <strong>su</strong> brazo, es el Chueco, reconozco <strong>su</strong> brazalete de<br />

víbora. Recién lo recuerdo.<br />

Antes, a las diez de la noche.<br />

Me metí en una calle oscura, salí por la reja de una casa, saltando<br />

por encima, me oculté en una esquina. Fui por la 20 de octubre,<br />

varios puteros estaban abiertos. Las chicas salían y entraban,<br />

casi no había clientes; “una noche sin movida”, decía un guardia<br />

cuando pasé por <strong>su</strong> lado. En San Pedro me senté en la plaza a<br />

llorar un rato. Por la Murillo llegué a la Plaza Eguino, no quería<br />

encontrarme con nadies. Subí por la Manco Kápac hasta la Villa<br />

Victoria, a la parada del 10 donde el Cura para, para ver si me<br />

prestaba unos pesos. En la cancha de la Walparimachi alguien me<br />

cogió del brazo. Era el Chueco, estaba bien borracho. Me empujó<br />

a un lugar oscuro, quería meterme <strong>su</strong> pija. Me defendí, sacó <strong>su</strong><br />

navaja y me cortó en el brazo. La Luli apareció con un ladrillo<br />

gambota en las manos, lo golpeó sin asco. El Cura apareció detrás<br />

de ella y la ayudó pateando el cuerpo del Chueco en el <strong>su</strong>elo.<br />

Once de la noche y cuarto.<br />

Los dejé golpeando al Chueco, yo no salía de mi asombro. Me<br />

dieron mareos, caminé como zombi por las calles, empujando a<br />

los transeúntes, todo me daba vueltas, estaba sangrando como un<br />

cerdo en el matadero. Llegué a un mirador donde había un enorme<br />

árbol, un parque de niños, un columpio, un resbalín, un <strong>su</strong>bibaja,<br />

y al fondo se veía la luna enorme, amarilla; al fondo más oscuro<br />

se adivinaba el Illimani blanco y las estrellas; debajo, las luces de<br />

la ciudad… Me desmayé.<br />

Una de la madrugada.<br />

“Ya está”, me dice el médico en la sala de urgencias, aunque creo<br />

que es sólo un practicante. Tengo el brazo lleno de vendas, me han<br />

dado doce puntadas. Llegan otros heridos, o más enfermos; salgo<br />

al pasillo. La Luli ya no está, seguro se la han llevado presa. Entre<br />

la mala luz de los pasillos, veo al encargado que empuja la camilla<br />

con el cadáver del Chueco, directo a la morgue, seguro. Salgo a<br />

la calle sin que se den cuenta, en eso me especializo, en ser una<br />

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