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Para Blanca Coaquira (Donde quiera esté su reino) - Tres Tribus Cine

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Pasaron más de ocho años. Juana la Loca sostuvo la casa y el<br />

hambre matando a toda la población gatuna y diciendo a Emiliano<br />

Luján que lo que comía cada día eran los conejos que les llevaba<br />

una prima benefactora. Las palomas volvieron como si oliesen la<br />

miseria. Empezaron por descascarar el estuco, desmembrar las<br />

paredes de tierra, robar la paja del cielo raso y hacer <strong>su</strong>s nidos por<br />

todas las habitaciones de la casa. Sus arrullos reemplazaron a los<br />

maullidos. Dejaban en sopor, con ese sonido, a todos los niños<br />

del barrio. Ya no estaban las voces de los que salían a jugar con<br />

pelotas de trapo, con canicas de vidrio, trompos, soldaditos de<br />

plomo; nadie rayaba con tiza los cuadros para la rayuela. Todos<br />

caían dormidos y así se quedaban, entre el cambio de voz y el<br />

bachillerato. Entonces recién salían del hechizo de las palomas.<br />

Juana la Loca se dejó vencer por las aves y prefirió rezar el rosario<br />

diariamente, con todos los Misterios y Ave Marías posibles.<br />

Durante uno de <strong>su</strong>s rezos matutinos, tuvo una visión de varias<br />

catástrofes, en orden alfabético, que asolarían desde el pasado,<br />

atravesarían el presente y llegarían hasta el futuro más distante<br />

de La Paz.<br />

Entre tanto, Emiliano Luján logró la jubilación después de bregar<br />

ocho años con mitines, paros, huelgas y bloqueos. Al ser parte de<br />

la generación sandwich de trabajadores sin tierra, vendedores de<br />

ropa usada, ex mineros, ex fabriles, gremialistas, ramas anexas,<br />

chóferes, voceadores y lustrabotas, no <strong>su</strong>po bien cuál de <strong>su</strong>s<br />

afiliaciones le había ayudado para que, por fin, pudiera cobrar <strong>su</strong><br />

renta en cuarenta y ocho horas.<br />

El día de cobro llegó. Todavía mantenía la carta invisible prendida<br />

con un gancho, como escarapela, en la solapa del saco. Despertó<br />

con <strong>su</strong> carraspera de viejo y un dolor infernal por las almorranas.<br />

Salió cuando la mañana recién clareaba. El cielo estaba nublado<br />

y un ventarrón azotaba las calles. Bajó la cuesta del barrio y se<br />

dirigió al banco más cercano. La fila serpenteaba a lo largo de tres<br />

manzanas. Emiliano Luján sintió un sofocón en la garganta, pero<br />

no quiso preocuparse. Se colocó junto a un compadre de militancia<br />

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