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Para Blanca Coaquira (Donde quiera esté su reino) - Tres Tribus Cine

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Presidente.<br />

Cuando el último muñeco ardió y las exigencias de los<br />

administrativos fueron anestesiadas por la intervención de un<br />

obispo mediador, La Paz estaba envuelta en cenizas tan densas<br />

como el petróleo, que tardaron dos veranos lluviosos para<br />

disiparse. Emiliano Luján tardó también esos dos veranos para<br />

darse cuenta de que entregar la carta a un desconocido era poco<br />

menos que imposible, porque contenía las promesas invisibles<br />

de un colega que había quedado borrado de la memoria entre la<br />

niebla de Santiago y los buques de Puerto Montt.<br />

Buscó la ayuda de amigos y se enteró de que la mayoría de ellos<br />

había muerto. Unos por el olvido; otros habían sido enterrados,<br />

borrachos, en las bases de los pilares de los edificios en construcción<br />

como ofrendas a la Pachamama, con los tres adioses de rigor de un<br />

yatiri que vitoreaba la llegada incipiente del Año Nuevo andino,<br />

derramando sangre de llama en el <strong>su</strong>elo y colocando dulces y<br />

hierbas junto a los enterrados.<br />

Los pocos conocidos que le quedaban a Emiliano Luján hacían<br />

filas eternas con la esperanza de recibir la jubilación. Sólo Juana<br />

la Loca permanecía igual que como la había dejado para irse al<br />

exilio. Se había ocupado de mantener <strong>su</strong> casa libre de palomas,<br />

con gatos que en las noches maullaban incesantemente, rondando<br />

los techos y brillando a la luz de la luna<br />

“Parecen emisarios del diablo”, dijo Emiliano Luján al escuchar<br />

los maullidos. “Las palomas y <strong>su</strong>s cagadas tampoco parecen de<br />

Dios”, respondió Juana la Loca. Se persignó y se durmió.<br />

Emiliano Luján se fue obsesionando con la idea de la carta.<br />

Se despertaba en las madrugadas <strong>su</strong>dando, con un sabor a hiel<br />

recorriéndole todo el paladar y la canción de Los Iracundos —me<br />

alejé de ti, sin saber por qué— en la cabeza. La carta también<br />

se hizo invisible, al igual que las promesas de <strong>su</strong> colega y todo<br />

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