Para Blanca Coaquira (Donde quiera esté su reino) - Tres Tribus Cine

charco, un Silala, un mar cautivo. Y todo para qué, para nada,
como siempre y desde siempre, para nada, para absolutamente
nada, nada, nada. Punto final.
Si te acordaras de dónde te he sacado, Blanca, si acaso un poquito
de agradecimiento tuvieras conmigo. Es cierto, no somos de aquí,
pero aquí nos hemos hecho tú y yo, de a poquito, lo que somos.
Hemos correteado las calles de barro, de tierra, empedradas, con
adoquines y con asfalto. Hemos visto casas de cartón y de nylon,
de adobe, de ladrillo y cemento, de vidrios oscuros y claros. Hemos
deambulado todas las plazas, la Murillo, la Isabel la Católica, la
del Estudiante, la de los Héroes, el Cóndor; pero las que más me
gustaban eran la Bolivia, la del Periodista, la Villarroel, la Ballivián,
la de la Zona Franca, porque no había luces y nos podíamos besar
a nuestro regalado gusto. ¿Qué no hemos caminado, Blanquita?
la Comercio, el Prado, la Murillo, la Paraguay, la Costa Rica; la
Estados Unidos que no te gustaba; la Cuba donde éramos menos
nosotros, la Chile donde siempre peleábamos y, luego, gracias a
Dios le cambiaron de nombre. La Jamaica, la Loza, la Baptista,
la Entre Ríos.
Hemos comido plato paceño, chairo, milanesas de pollo y carne,
charquekán, papas a la huancaina, saice, mariscos, ceviche, ají de
fideo, tripitas, lechón, ispi, pejerrey, p’eske de quinua con queso
rallado, sábalo en todos los mayamicitos, agachaditos hombro a
hombro; hemos ido al mercado Lanza, al Camacho, al Rodríguez,
al Negro, al Alto —en jueves y domingo— al de Achumani, al
de Cota Cota, al Tambo de la Max Paredes, al Calama, a Villa
Fátima y al de Chuquiaguillo. En toditos nos hemos alimentado a
más no poder, de todos hemos salido hinchados. ¿Qué no hemos
tomado, Blanquita? Fresco de mocochinchi, cerveza paceña fría,
como el cuerpo te lo pide, de manzana, de piña, de coco, de frutilla,
de linaza, Coca Cola, de cebada, Fanta mandarina, Oriental,
Mendocina, y una lista de nunca acabar, porque cuando estabas
conmigo, Blanca Coaquira, todo estaba dispuesto en la ciudad,
colocadito para nosotros, para que vivamos con todo afán.
Una vez conocida de todo, una vez que le habíamos puesto nombre a
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