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Para Blanca Coaquira (Donde quiera esté su reino) - Tres Tribus Cine

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Catorce. Los presentadores comentaban con satisfacción el<br />

desenlace y con enojo la desinformación provocada por medios<br />

irresponsables. Deben tomarse cartas en el a<strong>su</strong>nto, no es posible<br />

que periódicos y radios manipulen de este modo a la población. La<br />

situación de la comunicación en el país es vergonzosa. La honrosa<br />

excepción, claro, la hacíamos nosotros. Nos llovieron elogios.<br />

A partir de entonces, los periodistas y locutores se condujeron con<br />

prudencia. Entre tanto, Pascual y yo calculábamos matemáticamente<br />

las dosis de realidad y ficción que requeríamos. La consigna era<br />

partir de la realidad y no rebasar lo verosímil. Debíamos peinar<br />

con cuidado nuestra fantasía —implacable y premonitoria como<br />

un trueno. Es cierto, habíamos dejado de servir a la verdad —de<br />

común tan severa y amarga— y nos habíamos convertido en<br />

súbditos de lo que comenzamos a llamar lo bueno–verosímil. A<br />

modo de inspiración, Pascual y yo consagramos horas a la lectura<br />

de cuentos fantásticos y de hadas.<br />

Escribimos que los gastos del transplante de corazón de la<br />

pequeña Subirana corrían por parte de una clínica privada; que los<br />

transportistas recapacitaban y <strong>su</strong>spendían el paro después de dialogar<br />

serenamente con los peatones; que los colegios privados donaban<br />

parte de <strong>su</strong>s ingresos a la educación pública; que el transporte aéreo<br />

y la telefonía se abarataban; que el estado aprobaba parcialmente la<br />

piratería a cambio de impuestos a favor de los artistas…<br />

Difícil de creer y, sin embargo, de alguna manera se producía lo<br />

que escribíamos.<br />

El procedimiento era simple: madrugábamos con una buena nueva<br />

y, casi siempre, horas más tarde uno de los medios nos contradecía,<br />

y a <strong>su</strong> vez era desmentido por los propios involucrados en la<br />

noticia. Constatamos que en los más de los casos, la gente prefería<br />

acatar nuestros inventos antes que soportar las diatribas en las que<br />

fatalmente se ensañaban los comunicadores y la opinión pública,<br />

basados en nuestros reportes.<br />

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