Para Blanca Coaquira (Donde quiera esté su reino) - Tres Tribus Cine

hermanito, sólo ganas de verlas en shores… Luego me enteraba
que Pérez rompió con la esposa, que lo encontró infragante con
la Betty, que había plantado al jefe, y así...
Los compañeros me llamaban el Forastero, el Seriote, y me
respetaban. A mí, sus líos me parecían lógica consecuencia del
desgaste mental que la mayor parte de la gente no puede soportar
sin compensaciones. Huelga decir que yo nunca estuve entre las
mayorías.
De entrada me cayó bien uno que ejercía de armador y redactor;
tipo reservado, de peinado pulcro y apariencia baladí. Acabamos
viendo películas los fines de semana y cuando el encargado de
deportes nos regalaba entradas, asistíamos a los clásicos. También
simpatizaba con la señora del café que me enseñó a cocinar
omelettes. Creo que le complacía que me fijara en su sobrina,
la de caderas acampanadas. Y, es verdad que en una racha de
soledad casi me declaro a la muchacha, pero frené a tiempo. No
deseaba líos. Es más, estaba decidido a evitar cualquier relación
sentimental. Un periodista de ley, como el que me proponía ser,
no podía permitirse ese tipo de debilidades. Tampoco me aficioné
a los estimulantes. Con tres tazas diarias de café con leche estaba
servido. Eso sí, me hice de una amante: Magda, la editora de mi
sección; práctica y sensual, era tan discreta y ambiciosa como yo,
perfecta para esos menesteres.
Empecé por donde se empieza: bautizos, necrológicos y chismes.
Cuando ascendí a redactor las cosas mejoraron; mas pasado el
primer entusiasmo, me percaté de las incongruencias. Para llenar
mis tres páginas, además de baratijas bastaba o, mejor dicho,
me obligaban a recurrir a boletines prefabricados, a concurrir
a conferencias de prensa en las que todos parecían seguir un
armonioso guión y desentonaba quien hacía cuestiones.
Si pones esa frase así nomás, no pasa nada, me aleccionaban.
Cortala de acá, mezclala con el comunicado de la presidencia y
lo que se mandó el ministro. Luego haces un par de entrevistas
20