Para Blanca Coaquira (Donde quiera esté su reino) - Tres Tribus Cine

Nunca faltan comedidos. A lo lejos el motor regresa. Bueno, al
menos se ha ido el frío. Será como siempre: darle parte de lo que
pasó al teniente y que me manden otra vez al agujero a hacer
guardia. Ni modo; chau sueño, chau noche.
No nos miramos las caras, nos sentimos culpables. Miro el Tabu, bar
de mala muerte; es de lo peor, como sus tragos. Me veo acorralado
en la noche, en la desdicha, y todo por cobarde, por débil. No
quiero acabar como el Toño, empujado a la muerte por el dolor.
Me doy cuenta de que si quiero morir dignamente, tengo que vivir
dignamente. No sé si alegrarme o entristecerme por esta revelación.
Se me sale un largo suspiro. Esta es una de esas noches que rompe
todas las noches y nos ha volteado la perspectiva. Guardo mi
tablerito. No lo soporto más; quiero librarme, salir de este inmundo
bar, pero no puedo. Estoy atrapado en este maldito Estado de Sitio.
Me pregunto si el Toño era el más valiente de todos.
Alzo mi vaso.
—¡Por el Toño!
—Sí, por el Toño.
Brindamos por el difunto, nos miramos las caras, nuestros ojos
a punto de llorar, total, un amigo siempre es un amigo. Nos
quedamos un momento en una pena silenciosa. Es verdad, pude
haberlo evitado. Qué no daría por cambiar las cosas, Juro, si en
este momento entrara el Toño, cambiaría de vida.
Alguien abre la puerta de un empujón. El susto nos congela
la sangre. ¡Milagro! Es el Toño. Entra con el frío, pálido y
desencajado, temblando de miedo el cojudo. Es para no creer.
Lo abrazan, lo acogen con cariño. Cierro la puerta, le sonrío, lo
abrazo; como que se ilumina la noche. Le dan un trago, le hacen
preguntas, se ríen. El Toño se recupera poco a poco; su sonrisa
es franca. Su rostro, pleno. Le dicen que salí a buscarlo; se me
acerca, me abraza, me mira fijamente.
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