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Para Blanca Coaquira (Donde quiera esté su reino) - Tres Tribus Cine

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Hermano, sólo gracias a ti me atrevo a tanto, me decía. Y cuando<br />

brindábamos con sendas tazas de café con leche, me venía a la<br />

cabeza la famosa frase de ese otro personaje: los perros ladran<br />

Sancho, señal de que cabalgamos.<br />

En el siguiente número, transcribiendo íntegramente las<br />

entreveradas declaraciones de un oficial, desacreditamos las<br />

tendenciosas ediciones de los otros medios. Cuestionamos<br />

la disimulada apropiación de áreas reservadas en el oriente.<br />

Revisamos los boletines que diligentes comunicadores nos hicieron<br />

llegar y, salvo un par inofensivo, modificamos el resto.<br />

Extraordinario. Cuatro radiodifusoras y dos canales nos solicitaron<br />

entrevistas. No fuimos. Todos comentaban nuestra novedosa forma<br />

de hacer periodismo y una encuesta arrojó opiniones exultantes<br />

como la siguiente: Esa es pues la manera de informar y opinar<br />

en serio pues, carajo; no lo que han estado haciendo estos<br />

periodicuchos de quinta. La situación rebasaba toda expectativa.<br />

En el programa popular de los sábados nos bautizaron “los<br />

kalimanes de la prensa” y nuestro teléfono no paraba de sonar<br />

con peticiones. Nos convocaban hasta para pequeñeces como<br />

la penalización de posición adelantada de un árbitro odiador.<br />

También llamó Emiliano para ofrecerme un puesto con uno de la<br />

oposición. Gracias jefe —cont<strong>esté</strong>— pero yo no claudico. Si sirvo<br />

a la política, no sirvo a la verdad.<br />

Seguimos camino, sin desvíos ni pocos obstáculos. Un exportador<br />

de muebles trató de involucrarme en un delito, pero fácilmente<br />

desmonté <strong>su</strong>s calumnias. Esa no fue ni la primera ni la última afrenta.<br />

Las había de toda laya. Un mal remedo de escritor de cuentos<br />

eróticos, molesto por mis comentarios, escribió en La Nítida Nota<br />

—el único periódico rival que nos merecía algo de respeto— que<br />

yo no era nada más que un criticón y que, aparentemente, no me<br />

interesaba el medio pues no se me veía ni en exposiciones ni en<br />

presentaciones. ¿Cómo alguien que no con<strong>su</strong>me ni hace arte se<br />

atreve a juzgar a los que sí la hacemos?, reclamaba. Recordé<br />

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