Para Blanca Coaquira (Donde quiera esté su reino) - Tres Tribus Cine
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aleja, enciende un pucho, escupe al aire y le dice: A ver, ¿quién<br />
llega primero abajo? No lo aguanto, salto hacia el asfalto, un trufi<br />
frena, el chirrido de las ruedas, luego un enorme colectivo azul, dos<br />
coches todo terreno y una moto del repartidor de pizza se chocan<br />
unos contra otros. Llego al frente. Ya es tarde, ella y el escupitajo<br />
ya están volando.<br />
Nueve con cinco minutos.<br />
La Luli se agarra a un fierro que sobresale del puente; <strong>su</strong> cuerpo<br />
se balancea como una muñeca de trapo a punto de caerse. Limpio<br />
mis lágrimas y mis mocos con mi manga; me tiro al <strong>su</strong>elo y la<br />
tomo del brazo, jalo con todas mis fuerzas, si ella cae yo caigo; me<br />
da mucho miedo la muerte. La veo a la abuela, <strong>su</strong> espíritu, a unos<br />
diez metros de nosotras, volando por las aires y contrastando con<br />
la luna, las estrellas y el infinito negro del cielo. ¡En este momento<br />
no, abuela!, le grito. ¿No ves que estoy ocupada salvando a mi<br />
amiga? Me sonríe y me dice: “¡Qué valiente eres mi niña!” Tiene<br />
una voz dulce y tierna. Dos personas se han acercado rápidamente<br />
y me ayudan a jalarla, la ponemos a salvo. Oigo las sirenas, es el<br />
110, me paro y comienzo a correr patitas para qué te quiero…<br />
Doce de la noche.<br />
Despierto, veo el techo blanco, los fluorescentes, me encuentro<br />
tumbada en una banqueta, me levanto apenas. Ya no son las<br />
nueve, ni las diez. Estoy sangrando del brazo, una cholita está<br />
a mi lado con el ojo en tinta. Me mira y me dice: “Alguien te<br />
ha encontrado en la calle tirada, desmayada, después te trajo”.<br />
Reconozco el lugar, es la Asistencia Pública. No hay ruido. De<br />
pronto, entran varios doctores y enfermeras llevando camillas; que<br />
ha pasado: un accidente en la autopista. Los heridos se quejan,<br />
lloran; varios policías hablan por <strong>su</strong>s wokitokis. Al fondo la veo;<br />
la Luli está llorando, sentada en una silla entre las sombras. Me<br />
acerco. “Gracias”, me dice <strong>su</strong>spirando al verme. ¿Te lastimaste?,<br />
le pregunto y me siento a <strong>su</strong> lado. No. “Eh, usted, ¡retírese de<br />
ahí!”, es la voz enérgica de un policía. Más allá, al fondo, en la<br />
oscuridad observo una camilla con un muerto; tiene tapada la<br />
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