Para Blanca Coaquira (Donde quiera esté su reino) - Tres Tribus Cine
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Hasta aquí te aguanto <strong>Blanca</strong> <strong>Coaquira</strong>. Desde aquí en adelante me<br />
voy a dedicar a la política, a conseguir un puesto en el Estado. Así<br />
he pensado, así lo he realizado. He cosido banderas de miles de<br />
colores para ver si alguna le hace a mi talla y figura. He ido detrás<br />
del Goni, detrás del Jaime, detrás del Juan; un poco me ha hablado<br />
el Filipo, hasta que al Evo le he conocido, pero al igual que yo,<br />
llok’alla nomás había sido. Si con vos, <strong>Blanca</strong>, pudiéramos hacer<br />
uno, ya no sería igual al Evo. Y podría ser más que él. ¡Podríamos<br />
hacer más que él! Pero después de las elecciones ya nada ha pasado,<br />
toditos me han ninguneado. Entonces, otra vez me has vuelto a la<br />
cabeza. De Vicente he hecho muchas veces, porque vicentea que<br />
vicentea tu cuarto he estado como un mes. Nada. No has salido<br />
ni entrado, hasta me he pensado que la tierra te ha tragado. No he<br />
sabido qué hacer, desesperado, ahorcado, ahogado y nuevamente<br />
me he recordado del valor de los músicos del Titanic, y he pensado<br />
en mi morenada, que mientras tenga vida y salud, seguiré bailando<br />
la morenada... y jalándome mis cabellos he hecho que mi blader se<br />
haga más notorio porque quería sacar hasta lo último y pequeñito<br />
que has tocado, ¿qué más podría hacer <strong>Blanca</strong>, sino cortarme las<br />
venas, flagelarme, prostituirme?<br />
En mi amargura, sin bocado en la boca, a todos los santos he ido<br />
para que me hagan volver contigo, al San Antonio, al San Martín de<br />
Porres, al Judas Tadeo, al San Francisco de Sales, al San Francisco de<br />
Asís, de asás, al Tata Santiago, a San Bartolomé, al Divino Niño, para<br />
rogarles que me dejen volver a ver tu cara. <strong>Donde</strong> todas las vírgenes<br />
en <strong>su</strong>s prestes he estado, en Remedios, en Copacabana, en la Merced,<br />
en Urkupiña, en la de los Milagros, en la del Rosario, en la de Fátima,<br />
en la de Luján; toditas se han hecho las locas. De rodillas he entrado a<br />
María Auxiliadora en el Prado, he ido corriendo donde la virgencita,<br />
“coloque moneda” estaba anotado en una caja, he puesto un boliviano<br />
y se me han encendido seis velas, ¿cuánto tengo que pagar para llegar<br />
a María? Me he llorado como nunca jamás. Entonces, otros rumbos<br />
ha tomado mi vida. He decidido volver a la mina desde donde los dos<br />
hemos salido esa mañana de octubre. Ahí me he acordado de todo lo<br />
que hemos sido felices sin civilizarnos.<br />
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