Para Blanca Coaquira (Donde quiera esté su reino) - Tres Tribus Cine
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de la noche hasta la ventanilla de la Estación, digo mi nombre y<br />
busco el asiento en el vagón.<br />
La hora perfecta me arroja en el Metro cerca de Blanche. Una mujer<br />
grita a una mujer sobre la cortesía y la más joven sale dejando el<br />
asiento a la vieja. Salto hasta Anvers y regreso en Pigalle desde<br />
el Carrusel.<br />
Lo último de París.<br />
Fin de los <strong>su</strong>burbios<br />
Dejo las revistas a Julio, los recuerdos al nieto del fabulista.<br />
Acelero el día y me instalo en la banqueta de la tarde, a la salida<br />
del Metro, en una punta de L’Étoile.<br />
Jasmina llega antes. Se sienta y baja la cabeza. No sé si llora. No<br />
pregunto nada, agarro <strong>su</strong> hombro y <strong>su</strong> mano.<br />
Me mira, habla sobre la abuela, luego toma el horizonte de<br />
la avenida con los ojos. Entiendo poco, vence <strong>su</strong> rostro para<br />
recordarle.<br />
— Tengo vergüenza, pero yo sé que me puedes ayudar, <strong>su</strong><strong>su</strong>rra.<br />
Sin los últimos euros olvido el hotel de la escala. Los toma y<br />
me agradece. Evito el abrazo, <strong>su</strong>elto por minutos un argumento<br />
armado en el tren.<br />
— ¿Te vas? Ahora que empiezo a quererte, ¿te vas? y alza la<br />
cabeza.<br />
El resto es silencio.<br />
Jasmina<br />
Llego a casa, vacío las maletas, calculo la hora y la llamo. A<strong>su</strong>mo<br />
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