Para Blanca Coaquira (Donde quiera esté su reino) - Tres Tribus Cine

La saludo también. Se aleja sonriendo. Creo que en el fondo no
sabe qué decirme, por eso no me habla, sólo se me aparece de
vez en cuando, sobre todo cuando vengo a este sitio. El Cura me
agarra del hombro, me dice que ya nos vamos, le tiro al nicho
derrumbado de mi tío una ramita de retama que arranqué en
la entrada. Caminamos entre nichos, mausoleos y lápidas; dos
albañiles al vernos nos regalan una bolsita con sobras de pollo.
Corremos al ver el 110 en la puerta de entrada, debió pasar algo y
siempre nos culpan a nosotros por todo. Así que huimos.
Cuatro menos cinco de la tarde.
Le doy el gusto al Cura, nos metemos en un basurero, un
contenedor grandote en El Tejar y allí me toma como puede, acaba
rapidito, apenas me está empezando a gustar cuando ya se sube
los pantalones y sale de nuestro escondite. Me deja alborotada y
pegajosa con su leche. Me limpio con unos papeles. Salgo y él
ya se ha ido. No lo veo por ninguna parte. Camino sin rumbo por
el mercado, mirando los aguayos tan bonitos de las cholitas; el
color y olor de las frutas me eleva hasta el cielo, más que la clefa;
las wawas que andan por ahí karak´ayus despiertan mi sentido
maternal, como dice la Luli; ella sí sabe, es bachiller, aunque ahora
se k´olea con su pandilla como loca. Está enamorada del Chueco,
mi amado. Antes éramos amigas, cuatachas de ñeque, pero ahora
nos odiamos a muerte. Me escondo detrás de un camión y hago
el uno y el dos que ya no aguanto.
Seis en punto de la tarde.
Tengo hambre.
Siete de la noche.
Estoy parada en el cine Monje Campero con unas ganas de entrar a
ver una peli: Mujer Bonita. No puedo. La gente bien, al verme me
fulmina con la mirada o me empuja, limpiándose luego las manos.
Oigo a los que salen de la matiné; los sigo unas cuadras hasta que
toman el minibús, los escucho: que les gustó la película, porque
la chica, la prostituta, llega a casarse con el chico de sus sueños,
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