Tomo 10 IsaÃas - ICE del Centro La Rioja 3029
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Los cuatro “cantos” <strong>del</strong> Siervo se hallan en Isaías 42:1–4; 49:1–6; 50:4–9 y 52:13 hasta<br />
53:12. En el primero, Dios describe a su Siervo como llamado por él, dotado de su Espíritu y<br />
comisionado a un ministerio universal. En el segundo “canto” el mismo Siervo afirma su<br />
llamado por Dios y explica que su ministerio para los ojos sin fe luciría como inexitoso. Para los<br />
ojos divinos, no obstante, el Siervo traería la salvación a todo hombre de fe. El tercer pasaje es el<br />
primero que menciona que el cometido <strong>del</strong> Siervo se lograría mediante el sufrimiento. Pese a<br />
esto, el Siervo sabe que Dios no permitirá que su ministerio sufra una derrota final. Es, sin<br />
embargo, en el cuarto “canto” en donde se describe mejor el sufrimiento vicario de un individuo<br />
que resulta en su muerte. A pesar de esto, el Siervo reconoce que Dios lo reivindicará y que todo<br />
hombre en relación con él será redimido por su inmerecido sufrimiento vicario.<br />
Al fin y al cabo, hay que reconocer que Jesús de Nazaret, por primera y única vez en la<br />
historia, describía su propio mesiazgo en términos de una combinación <strong>del</strong> Hijo <strong>del</strong> Hombre<br />
glorioso de Daniel 7:13 y el Siervo Sufriente de Isaías. Esto es algo insólito en el pensamiento<br />
<strong>del</strong> pueblo de Israel y es la mejor explicación <strong>del</strong> propósito y ministerio de Jesús de Nazaret. En<br />
los planes finales de Dios no puede ser otro el Siervo Sufriente.<br />
LA RELACION ENTRE EL JUICIO Y LA REDENCION<br />
El enfoque principal <strong>del</strong> AT es que el castigo <strong>del</strong> pecado resulta tan irremisiblemente como la<br />
noche sigue al día. Los libros de Deuteronomio, Jueces y los profetas preexílicos especialmente<br />
demuestran que la obediencia acarrea bendición y la desobediencia siempre resulta en el<br />
desastre. El castigo que procede de Yahveh no es sólo punitivo, sino redentor. A Dios no le<br />
interesa sólo “desquitarse”, sino restaurar la comunión perdida. El castigo mismo no restaura el<br />
compañerismo, sino sólo remueve la barrera para que la relación de alianza pueda renovarse.<br />
En el AT se nota algo de una combinación <strong>del</strong> concepto cíclico de la historia con el concepto<br />
lineal. El castigo y la redención en el AT atestiguan esto. Los escritores bíblicos principalmente<br />
durante y después <strong>del</strong> exilio babilónico contemplan retrospectivamente su historia y ven la mano<br />
de Dios como activa en los distintos períodos de su existencia nacional. Observaron con claridad<br />
el círculo que habían experimentado: la elección (historias patriarcales, la redención (el éxodo),<br />
el pacto (Sinaí), el pecado (el quebrantamiento <strong>del</strong> pacto en Canaán), el juicio (ejércitos<br />
invasores, el exilio). Se observaba que este ciclo se repetía vez tras vez y que siempre conducía<br />
al arrepentimiento y a la restauración. A Dios se le veía como activo en todo el proceso y sería él<br />
quien haría que, a fin y al cabo, el pueblo cumpliera con el pacto; como consecuencia, todas las<br />
naciones serían bendecidas por él. Precisamente eran los profetas los que anunciaban el castigo<br />
venidero (Amós 3:2) y sin embargo, seguían creyendo en Yahveh con todo su corazón. Esto, a la<br />
larga, produciría un cambio total en el mundo y generaría un nuevo mundo: el reino de Yahveh<br />
sobre las naciones.<br />
LA RELACION DEL SACRIFICIO CON LA SALVACION<br />
<strong>La</strong> mayor parte <strong>del</strong> sistema sacrificial resultó <strong>del</strong> reconocimiento <strong>del</strong> pecado y la comunión<br />
rota entre el hombre y Dios. Mucho, pero no todo, <strong>del</strong> sistema sacrificial entre los hebreos se<br />
hacía como un esfuerzo para restaurar esa comunión interrumpida. El sistema en sí siempre se<br />
contemplaba como una dádiva de Dios mismo para tal fin. El sacrificio no era algo que el<br />
hombre hacía a favor de Dios sino algo que Dios había hecho para el hombre. Es importante<br />
reconocer que en el AT el sacrificio, hecho correctamente, se creía estar cargado <strong>del</strong> poder de<br />
Dios, no el <strong>del</strong> ofrendante. Este ponía las manos sobre la cabeza <strong>del</strong> animal identificándose así<br />
con el sacrificio (Lev. 1:4; 3:2). El animal no era un sustituto que moría en su lugar; más bien, la<br />
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