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Tomo 10 Isaías - ICE del Centro La Rioja 3029

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con la conquista persa.<br />

11. Jehovah invita a la reflexión acerca de la historia y de la profecía, 48:1-22<br />

Con el cap. 48 termina la primera sección <strong>del</strong> material profético de la segunda parte de Isaías,<br />

la cual empieza formalmente en el cap. 40. Esta sería la última profecía escrita en Babilonia en la<br />

antesala de la caída de la ciudad ante el rey Ciro de Persia, o poco después de este<br />

acontecimiento que tuvo como consecuencia la posibilidad de que los cautivos de Judá<br />

retornaran a Sion.<br />

Esta sección es un llamado vehemente al pueblo para que reflexione acerca de los<br />

acontecimientos que están ocurriendo y vea detrás de ellos la mano soberana de Jehovah. <strong>La</strong><br />

sección termina con una invocación a los judíos, para salir de Babilonia y retornar a Sion (vv. 20,<br />

21). Pero a esta invocación el profeta añade una extraña declaración que a simple vista está fuera<br />

de contexto: “¡No hay paz para los malos!” dice Jehovah (v. 22).<br />

El v. 22 constituye el sello de los caps. 40–48. Esta misma expresión aparece sellando los<br />

caps. 49–57 (57:21) que al parecer para el autor constituían una unidad literaria, aunque los<br />

comentaristas consideraban que 55:13b es el sello de la destrucción de Babilonia.<br />

¿Qué mensaje casi vedado comunica aquí esta expresión? Posiblemente los malos aquí sean<br />

los babilonios, que han visto acercarse su ruina. Así terminan todos los imperios <strong>del</strong> mal. Por<br />

otro lado, los hijos de Israel ahora ven un asomo de esperanza <strong>del</strong> advenimiento de la paz<br />

nacional, la paz que realmente es el designio divino para su pueblo (v. 18). Pero junto con los<br />

malos de Babilonia, también los malos de entre los hijos de Israel, los que se rebelan contra los<br />

designios de Jehovah, jamás disfrutarían los beneficios de la paz.<br />

Veamos ahora las ideas que el profeta desarrolla en su llamado a la reflexión. El profeta<br />

empieza invocando a los hijos de Israel, que aún se acuerdan de su origen étnico, que aún se<br />

aferran a su fe y convicciones con respecto a Jehovah y que a pesar de su cautividad y de su<br />

dispersión aún dirigen con nostalgia la mirada hacia la Santa Ciudad (vv. 1, 2).<br />

El profeta les recuerda que las cosas primeras fueron manifestadas por Dios con<br />

anticipación. Al hablar de cosas primeras se refiere a las profecías acerca de la caída de Asiria,<br />

acerca de la ruina de Jerusalén, e inclusive la ruina de Babilonia. Estas cosas fueron anunciadas<br />

por medio de los profetas; no fueron fruto de sus propias especulaciones. Ellas salieron de la<br />

boca de Dios (v. 3).<br />

¿Por qué ha querido Dios comunicar el futuro a su pueblo? <strong>La</strong> respuesta está en los vv. 4 y 5:<br />

“Porque sé que eres duro... antes que sucediera te lo anuncié, no sea que digas: ‘Mi ídolo las<br />

hizo...’ “<br />

No solo el anuncio previo de las cosas primeras muestra la mano soberana <strong>del</strong> único y<br />

verdadero Dios en la historia, sino también el anuncio de cosas nuevas (v. 6; 14–16). Estas son<br />

nuevas en relación con las primeras que ya se han convertido en registro histórico, por ser dichas<br />

mientras se desarrollan los acontecimientos <strong>del</strong> presente, siendo su confirmación inmediata. <strong>La</strong><br />

referencia es a las profecías pronunciadas mientras las fuerzas de Persia llevaban a cabo su<br />

vertiginosa marcha de conquistas, poco antes de entrar a Babilonia. El profeta dice que estas<br />

cosas nuevas fueron anunciadas casi simultáneamente con los acontecimientos, para que los<br />

judíos reconocieran que el mensaje profético era verdad (v. 6). El pueblo de Israel no había oído<br />

previamente de ellas, como para que diga: He aquí que yo lo sabía (vv. 7, 8).<br />

Paganismo<br />

Isaías pasa revista a este aspecto religioso y social que es la idolatría,<br />

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