FINAL-VISIÒN_EDUCATIVA_17
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que los educandos sean guiados al campo real. Las competencias se han visto<br />
reforzadas a través de estos simulacros, pues desde tiempo atrás han sido<br />
considerados a modo de “riqueza” principal de la educación media – superior y<br />
superior; pues aunque algunos de los enfoques de intervención que explica<br />
Tobón (2008) son la educación para el trabajo, para los cambios en el<br />
mundo laboral y la psicología industrial, no han sido totalmente afortunadas<br />
dichas experiencias. Los trabajos de campo, prácticas y servicio social que se<br />
imparten desde antaño y son rígidamente promovidas por los últimos estatutos<br />
universitarios no promocionan la reflexión en la acción, además que las tutorías<br />
quedan ausentes en la mayoría de los institutos, así que el aprendizaje<br />
experiencial (ITESM, s/f) queda inconcluso. La simulación como ambiente de<br />
aprendizaje es parte de ese pantano que explicaba agriamente Perrenoud<br />
(2010a), pues es artificial ya que sigue predominando la intervención<br />
pedagógica conductista, que también es aprovechable y congruente con las<br />
competencias pero su principal problema es que sirve de modelo contemporáneo<br />
de reproducción exclusiva, especialmente si explicamos el neoconductismo<br />
con las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC’s); en tanto que<br />
docentes, maestros, directivos, administrativos y sociedad le confunde, consciente<br />
o inconscientemente, con el cognoscitivismo o el constructivismo.<br />
Otro obstáculo, quizá el más importante, es la imposibilidad de los<br />
estudiantes a decidir y solucionar un problema, pues no basta con exigir<br />
creatividad y pensamiento crítico en este enfoque, sino que las prácticas<br />
profesionales y servicio social pocas veces invitan a probar sus competencias,<br />
pues el estilo conductista y artificial de las instituciones han reforzado su merma.<br />
Para Carlos Marcelo (2001) este problema puede ir en aumento ya que la<br />
tendencia apunta hacia nuevos modos de escolarización donde la concepción y<br />
acción típica del educador y escuela se modernizan y giran hacia estructuras más<br />
apegadas a las reglas de los servicios de consumo. Uno de los propósitos del<br />
enfoque de competencias es, si llegase a funcionar esta visión futurista en la<br />
realidad, recrear al alumno como intelectual de su medio ambiente, de tal manera<br />
que ese compromiso intelectual parte del profesor quien también se asume como<br />
líder de cambio.<br />
Si el ser humano ha hecho que sus propios instrumentos lo traspasen y<br />
hasta lo suplan como lo es el caso de las tecnologías, lo más interesante es<br />
reinventar esta forma de reprofesionalizarse (Marcelo, 2001) y enriquecer una<br />
nueva identidad social que haga factible el trabajo de competencias al provocar<br />
ambientes propicios para desarrollarlas, junto con profesores reprofesionalizados<br />
y líderes de su propio manejo educativo, agrupados mediante la pertenencia a un<br />
cuerpo profesional que labora con alto grado de competitividad y calidad. Para<br />
ello, el maestro empezaría por un análisis crítico, de corte retrospectivo, sobre<br />
cómo ha sido su labor docente y la calidad de su competencia docente, ya sea en<br />
forma individual o colectiva, detenerse a sustentar bajo qué corriente ha tratado de<br />
impulsar las competencias y la teoría del aprendizaje que le ha sustentado.<br />
Es importante reconocer que el fenómeno de las competencias, al ser tan<br />
complicado y condensado de varias propuestas pedagógicas, debe procurar que<br />
REVISTA VISIÖN <strong>EDUCATIVA</strong> IUNAES<br />
Vol. 8, No. <strong>17</strong> Abril de 2014 a Septiembre de 2014<br />
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