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Temas de Patrimonio Cultural <strong>21</strong><br />

de agua y de todo aquello que pretende afirmarse en él. En las oscuras noches entrerrianas,<br />

aún hoy impacta la fiereza de los truenos y relámpagos, repitiéndose en incontables<br />

voces por el eco misterioso de las cuchillas que marcan el suelo de sus barrancas,<br />

arroyos y picadas. No hace falta imaginar demasiado, cuando las noches oscuras dibujan<br />

en el cielo innumerables destellos de relámpagos que segundos después nos harán<br />

temblar de terror, a pesar de haber sido advertidos, y nos traen el pasado a nuestros<br />

días… ¿Cómo era todo? Sin rutas pavimentadas, sin caminos seguros y a grandes distancias<br />

entre vecino y vecino, de campo a campo, de colonia a colonia, la lejana ciudad,<br />

y allá el hospital. Un visitante que llegó hasta Crespo en 1892 describía las casas como<br />

muy humildes y precarias: el adobe se usaba para levantar paredes y el piso era de barro<br />

mezclado con arena y estiércol. Esa mezcla se endurecía y permitía el barrido. Eran<br />

abrigadas en invierno, el techo de paja, elemento que abundaba, cumplía la función de<br />

abrigo y también de proporcionar fresco en el verano.<br />

Cada familia corría con los riesgos de un parto complicado, una fiebre infantil<br />

descontrolada o los típicos accidentes de campo. Mucho no se podía hacer, casi nada,<br />

no había doctor cerca, menos un hospital… Para acceder a un centro de salud había que<br />

enfrentarse a las complicaciones del viaje, en caballo y en carro, cuando los arroyos lo<br />

permitían. La realidad de las rutas y caminos, sumada a la inclemencia de la naturaleza<br />

de aquella época, hacía que la mayoría de las personas desistiesen del traslado y optasen<br />

por una medicina casera, o los consejos de un entendido, e incluso del religioso o<br />

la curandera que atendía el área. En más de sesenta kilómetros a la redonda no existía<br />

asistencia profesional calificada al problema de la enfermedad.<br />

La localidad de Camarero, que fue la primera denominación de aquella área que<br />

se encuentra entre las ciudades de Diamante y Crespo, poco a poco fue poblándose de<br />

inmigrantes ruso alemanes, y también muchas otras zonas de la región como Colonia<br />

Alvear con sus seis aldeas madres: Valle María (Marienthal), Aldea Protestante, San<br />

Francisco (Pfeifer); Spatzenkutter (Marienfeld); Salto (Köhler) y Aldea Brasilera.<br />

La Villa de Camarero fue una de las últimas en conformarse, e inicialmente no<br />

adoptó una disposición de aldea, villa o poblado. Muchas de estas comunidades fueron<br />

habitándose con pobladores que adherían todos, o casi todos, a alguna fe religiosa especifica,<br />

generalmente traída desde sus lugares de origen, e incluso identificada en el<br />

nombre de la población; tal es el caso de Aldea Protestante. Entre los adventistas no fue<br />

distinto; dos grupos adventistas ya estaban formados por colonos italianos y suizo franceses<br />

en la provincia de Santa Fe y un tercer grupo se estableció en aquellos momentos<br />

en Entre Ríos, en la Villa de Camarero, quienes además de compartir su fe eran inmigrantes<br />

provenientes de Rusia, de ascendencia alemana.<br />

La comunidad adventista crecía y su afán por la educación y la salud también.<br />

Los adventistas de aquel momento comprendieron que su futuro estaba en manos de sus<br />

niños y jóvenes, y que si invertían en ellos adecuadamente, conservarían su esperanza<br />

y la difundirían. Y pusieron todas sus cartas en ello. En 1898 ya tenían una firme deci-<br />

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