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Hospitales y Museos en la Edad Media<br />
Temas de Patrimonio Cultural <strong>21</strong><br />
Casi nada de lo que hoy llamamos hospitales y museos existía en la Edad Media.<br />
Pero al igual que en la Antigua Grecia, hay en la Edad Media unos antecedentes que es<br />
oportuno señalar.<br />
La historia del hospital es paralela a la del deslinde de la medicina y su alejamiento<br />
de la magia, la superstición y la brujería. Las palabras hospital, hospedería, hospicio<br />
y hospitalidad tienen una raíz común en la idea de hospedaje y no de curación.<br />
Durante siglos, el hospital fue un espacio físico más que una institución y en ese albergue<br />
se alojaban por igual y mezclados indigentes, enfermos, locos, desvalidos o simplemente<br />
extranjeros. El médico era casi ajeno al hospital.<br />
Con la medicina hipocrática y su búsqueda de racionalidad en el Asclepeion<br />
podía empezar a distanciarse la religión. La evolución de Hipócrates a Galeno marca<br />
esa dirección, pero fue con el advenimiento del cristianismo que la noción de caridad<br />
modificó muchos enfoques greco-romanos, y dio lugar al surgimiento de lazaretos y<br />
nosocomios de inspiración ético-religiosa y asistencial. La Edad Media, en gran medida,<br />
vio a la enfermedad como una señal divina más que como un proceso biológico,<br />
pero esa inclinación fue decisiva para que el hospital fuera reconsiderado y sacralizado<br />
como una especie de “casa de Dios”, un “Hôtel-Dieu”.<br />
Viejas abadías benedictinas se convirtieron en hospitales, con enfermerías separadas,<br />
escuelas, refectorios, jardines botánicos y huertas con plantas medicinales e<br />
incluso algunas primitivas instalaciones de desagüe que revelaban cierta comprensión<br />
de las necesidades de la atención de la salud.<br />
Y una evolución similar se experimentó en el antiguo coleccionismo, cuando al<br />
Tesoro griego le sucede el coleccionismo romano y luego el cristiano, ya no acumulando<br />
exvotos paganos sino esculturas clásicas y más tarde elementos litúrgicos, reliquias<br />
de santos y de mártires y obras de arte sacro.<br />
En Roma, fueron coleccionistas destacados César, Cicerón y Virgilio. En su Villa<br />
de Tívoli, Adriano poseía una importante colección de estatuas dispuestas en sus jardines<br />
como una verdadera exhibición. Para el cristianismo primitivo, era esa una expresión<br />
pagana. Tal pasión por los objetos artísticos era impensable para los devotos a la<br />
nueva fe, de la cual nacería el piadoso concepto de “reliquia”. De acuerdo con el diccionario<br />
de la Real Academia Española, reliquia es, en su segunda acepción, toda “parte<br />
del cuerpo de un santo, o lo que por haberle tocado es digno de veneración”, es decir,<br />
de sumo respeto y de culto, de homenaje devoto relacionado con la idea de “la comunión<br />
de los santos” en cuanto “comunión en las cosas santas”. Y cosas tan santas, perfectas,<br />
puras y extraordinarias no podrían ser guardadas en cualquier lugar sino en “relicarios”<br />
ubicados en “santuarios”, es decir en unos lugares sagrados, consagrados, dedicados<br />
especialmente para su veneración. Después del primer milenio, los relicarios fue-<br />
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