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Temas de Patrimonio Cultural <strong>21</strong><br />
Desde la primera mitad del siglo XIX en textos argentinos fundacionales, desde<br />
Sarmiento hasta Martínez Estrada, el país fue imaginado como un cuerpo. La mirada<br />
organicista de Sarmiento también esbozó muchos de los principios, metáforas y formas<br />
de representación utilizados por los higienistas y por los criminólogos de fines de siglo<br />
XIX y principios del XX.<br />
La idea de cuerpo social va a constituir el eje fundamental de la nueva economía<br />
del poder de castigar. En este paso de la venganza del soberano a la defensa social 3 , que<br />
corresponde históricamente al avance del capitalismo, la psiquiatría se institucionaliza<br />
como una rama especializada en higiene pública; es decir, como ciencia médica encargada<br />
de la protección contra los peligros surgidos al interior del orden social, peligros<br />
percibidos como enfermedades o patologías presentes en él. Después de la epidemia de<br />
fiebre amarilla ocurrida en 1871, el temor al mal invisible generó una discusión pública<br />
que intentó identificar los espacios originarios de la infección y “salubrificarlos”,<br />
asimilando la dicotomía civilización-barbarie con lo salubre-insalubre.<br />
Pero, ¿cuáles son las ideas que subyacen a las políticas llevadas a cabo por los<br />
sanitaristas argentinos de principios del siglo XX? Hagamos un pequeño recorrido por<br />
algunas de las teorías imperantes.<br />
Como nueva detentadora del poder político, la burguesía necesitó un plan de<br />
gubernamentalidad que le permitiera ejercer su dominio sin grandes contradicciones. Es<br />
por ello que determinó toda acción en su contra como una acción criminal, despojándola<br />
de su carácter o esencia política. Esto le permitió transformar la subversión en delito.<br />
La estrategia consistió en clasificar al proletariado en “clases laboriosas” (o aquellos<br />
adictos a la ideología burguesa) y “clases peligrosas” (o aquellos que se le oponen) en<br />
pos de separar a los delincuentes de los trabajadores. Así, el delito deja de ser visto<br />
como un cuestionamiento de derecho a la propiedad para convertirse en un cuestionamiento<br />
moral fundamentado científicamente a través del positivismo. El positivismo se<br />
presenta como neutral y, por lo tanto, habilitado para otorgar legitimidad a un poder burgués<br />
que se basa en la desigualdad política y económica. También permite crear una<br />
nueva concepción sobre el trabajo, brindándole un status dignificante en tanto la producción<br />
de bienes redunda en un beneficio para la sociedad. En contrapartida, se degrada<br />
al ocio como algo reprobable y, en algunos casos, criminal. 4<br />
Todas estas acciones se llevan a cabo a medida que cambia el enfoque de la criminología,<br />
la cual deja de concentrarse en el delito para fijarse en el delincuente. Enrico Ferri,<br />
representante de esta corriente, justifica esta acción homologándola a la evolución de la<br />
medicina, pues de nada sirve el estudio de la enfermedad si no se conocen los hábitos del<br />
paciente; de la misma forma (en sus propias palabras) “...el estudio abstracto del delito,<br />
considerado con independencia de la persona del delincuente, no es suficiente hoy.” 5<br />
3. Vease Foucault, Michel, Vigilar y castigar, Siglo XXI, 1989<br />
4. La denuncia de la nobleza como clase parásita por un lado, y la creación de las workhouses por otro, forman parte de esta estrategia.<br />
Véase Hobsbawm, Eric, Bandidos, Ariel, Barcelona, 1976<br />
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