La <strong>Virgen</strong> María, página 100la piedad ligoriesca tiene, como en efecto tiene algo de desmoralizadora, ello no se debeal hecho de que predica a su modo el sola gracia de la nueva piedad, sino a lacircunstancia de que la gracia no es una piedad divina, o humano-divina, sino solamentehumana, solamente femenina ; es, al fin de cuentas, como decíamos más arriba, ¡la piedade la humanidad hacia sí misma!En este desarrollo divergente hay algo así como una némesis histórica. En los años en queAlfonso de Ligorio maduraba su piedad mariana, florecía en Alemania el pietismoluterano, y en los países anglosajones el metodismo, que es hijo de éste. Entre estosmovimientos y la piedad de Ligorio no faltan afinidades psicológicas e históricas : lamisma piedad sentimental, la misma superación de iluminismo en el plano de los afectos,la misma preocupación por la conversión, por la entrega del corazón, por la vida devota.En la identidad del clima cultural europeo, los dos movimientos avanzan a la par,afirmándose contra las posiciones espirituales, en otros respectos tanto más fuertes yvenerables, de la ortodoxia luterana o calvinista, por una parte, del jansenismo y deltomismo por la otra. Pero mientras el pietismo evangélico prosigue adelante en larevaloración de la figura viviente, humana de Jesús de los evangelios, y por una partecelebra con renovada emoción su sacrificio salvador, y por otra hace de él el modeloperfecto de vida cristiana, en cuya imitación se inician humildes artesanos e intelectuales,hombres y mujeres, el pietismo católico promueve hiperbólicamente la devoción mariana,alejándose cada vez más de la auténticas concepciones del Evangelio.De este modo la fe que rehúsa renovarse, aceptando el control de la verdad histórica y dela conciencia cristiana, debe necesariamente desarrollarse por la vía inauténtica de lafabulación religiosa, esto es, de la invención mítica y legendaria. En esta necesidad estála dialéctica fatal del desarrollo mariológico imposible de detener en el catolicismo.La <strong>Virgen</strong> MaríaCapítulo 8La CorredentoraMotus in fine velocior. El siglo que va desde la definición de la Inmaculada Concepciónhasta nuestros días es, sin discusión, el del desarrollo más intenso, más audaz, másorgánico de la mariología . . . Desarrollo al cual Roschini 169 le asigna las siguientescausas. Ante todo, el hecho de que la sede apostólica que en siglos anteriores habíapermanecido más o menos neutral en el desarrollo de la mariología, a veces inclusiveactuando sabiamente como moderadora, asume cada vez más claramente una funciónde condigno, en lo cual el juicio se endurece y la gracia pierde su potencia. Es verdad, porotro lado, que también la piedad mariana, tarde o temprano, termina por caer en las garrasdel mérito de congruo que se ha de adquirir, de modo que la liberación se muestra enúltimo análisis ilusoria.169 Roschini, Mariología, I, pp. 396sgs.
La <strong>Virgen</strong> María, página 101propulsora: Pío IX, León XIII, Pío X, Benedicto XV, Pío XI y Pío XII son todos endiversa medida papas devotos de <strong>Maria</strong>. Luego, la publicación de muchos documentospatrísticos y litúrgicos, el renacimiento del tomismo, la discusión con los acatólicos, lacelebración de congresos marianos, la divulgación de las efemérides marianas, lafundación de asociaciones marianas, la creación de cátedras de mariología. Con éstas enparticular, la mariología se convierte en una sección en sí del organismo teológicocatólico, y se desarrolla , ya sea en el de la sistematización delpensamiento. Todos los temas de los siglos precedentes son tratados ampliamente, conmétodo más cuidadoso y prudente, pero con una consecuencia lógica y una osadía deconclusiones desconocidas en la épocas precedentes: el sistema mariológico tiene ahorasus dos pilares en las definiciones dogmáticos de la maternidad divina y de la inmaculadaconcepción de María; sobre éstas se levanta todo el edificio con una danza de lógicaabstracta, que deja al lector sin aliento y a veces dudando de su propia salud mental o dela de los demás.Pero el tema propio de la mariología del siglo XX es la corredención, es decir, lacolaboración activa de María con Cristo en la redención del mundo. No es posibleexagerar la importancia fatal de este argumento. No se trata de un aspecto marginal,como la asunción de la <strong>Virgen</strong>, que aún después de la definición sigue siendo unmomento secundario en la mariología; se trata de una doctrina central, o mejor,culminante, en la cual todo el desarrollo mariológico anterior halla su fórmula conclusivay sintética.La cuestión de la corredención está siendo debatida vivamente entre los teólogoscatólicos. Algunos como Goosens 170 y Lennerz, 171 la niegan, o por lo menos la limitanbastante; pero los más, por la natural tendencia de los mariólogos a las solucionesmaximalistas, la admiten y la defienden; 172 y para dar la sensación de la impotencia quese atribuye a esta doctrina, basta una mirada a la amplia, tenaz y minuciosa exposiciónque de ella hace Roschini en su Mariología 173 , donde en contraste el tema de lamediación de la <strong>Virgen</strong>, que si no me equivoco fue el tema central de los siglos pasados,es despachado en pocas páginas, o más bien absorbido en el de la corredención.¿Cuáles son los términos de este nuevo problema? Hay entre los teólogos católicos unacuerdo general en cuanto al hecho de que María tiene alguna parte en la salvación;
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