La <strong>Virgen</strong> María, página 58parece pensar en un pasaje de la vida terrenal a la celestial, sin muerte. 80 Los másnotables, como Andrés de Creta (660-740) y Juan Damasceno (749) están perfectamenteconsciente de que la doctrina de la asunción de María no tiene un fundamento históricoindiscutible, ni base alguna en las Sagradas <strong>Escritura</strong>s; pero la presentan, limitada, por lodemás, a la incorrupción, como un postulado de la dignidad de la Madre de Dios; "eranecesario" (edei), "convenía" que la madre fuese honrada así por el Hijo. 81 Es interesanteobservar que la doctrina de la Asunción tiene en aquellos sus primeros representantesautorizados, el mismo carácter de construcción teológica, fundada sobre principios deconveniencia y de analogía, que reviste todavía hoy en sus más maduros representantesmodernos. Y se puede decir que hasta el siglo X, en Oriente, se permanece en esasposiciones.Es menester señalar en este punto la brusca frenada que durante un siglo tuvo laevolución del culto y de la teoría mariana, por obra de la lucha contra las imágenes; apropósito de la cual merece ser recordada una sabrosa historieta. Un día, ConstantinoCoprónimo presentó a sus cortesanos un bolsillo lleno de oro, y les preguntó cuánto valía."Vale mucho", respondieron aquellos. El emperador entonces lo vació, y les preguntó:"¿Y ahora, tiene valor todavía?" Le respondieron: "no". Y Constantino dijo: "Así es la<strong>Virgen</strong> María que adoráis sin discernimiento. Mientras llevó a Cristo en sí, fue de unvalor superior a todas las otras mujeres; pero cuando lo dio a luz quedó en el mismoplano que las demás, y no tiene nada de particular." 82La fiesta de la doctrina de la Asunción de María pasaron de Oriente a Occidente en fechaimposible de precisar, bajo su nombre primitivo de Dormitio, o los sinónimos deDeposito, Pausatio, Natale; sólo a fines del siglo VIII recibió el título de Assumptiosanctae <strong>Maria</strong>e, en el Sacramentario enviado por el papa Adriano I a Carlomagno, entre784 y el 791; y sólo en el concilio de Maguncia, en el 813, se convirtió en fiesta oficialpara toda la cristiandad occidental. El objeto de la festividad era precisamente labienaventurada muerte de María, su "tránsito" y la entrada de su alma en la gloria de loscielos. El título mismo de la Asunción no significaba necesariamente la resurrección delcuerpo ni su elevación al cielo: las fórmulas litúrgicas más antiguas conservan a esterespecto una sabia reserva, limitándose a afirmar, como el Sacramentario gregoriano,que la santa Madre de Dios "experimentó la muerte corporal, pero no pudo ser oprimidapor los lazos de la muerte." 83La misma prudencia se encuentra en la tradición teológica que es muy pobre. Hay quedescender al siglo IX para hallar dos escritos de real importancia histórica y dogmática,80 Jugie, La mort et l’Assomption, p. 225.81 Jugie, ibid., pp. 235, 249.82 Narrada por Cedranus, Historiarum compendium, II, 1, sg. (Scriptores Hist. Byz. Bonn,1839), y referida por Benrath. Zur geschicte der Marienverehrung, Gotha, 1886, p. 85.83 “Mortem subiit temporalem, nec tamen mortis nexibus deprimi oittuit”. El verbodeprimi tiene un sentido general de humillar, deprimir; éste sería substituido más tardepor el más explícito de retineri, retener, Jugie, op. cit., p. 203.
La <strong>Virgen</strong> María, página 59ambos seudónimos: La epístola de Pseudo Gerónimo a Paula y Eustoquio, y el libro delPseudo Agustín sobre La Asunción de la <strong>Virgen</strong>.La carta de Pseudo Gerónimo es una piedra miliar en la evolución mariológica. Sea por laimportancia de su contenido, o por la autoridad del nombre bajo el cual se presentabarecibió mucho crédito y fue inserta en total o en parte en las lecturas del Breviarioromano para las fiestas de la Asunción y de la Inmaculada Concepción. Erasmo fue elprimero en demostrar que era un escrito apócrifo, y hoy ya nadie lo atribuye a Gerónimo;como consecuencia del descubrimiento de Erasmo, la epístola fue quitada del Breviario,en la reforma realizada bajo Pío V, en 1568. Sería interesante saber quién fue el autor. Yaen el siglo IX el famoso teólogo Ratramno acusaba a Pascasio Radberto de ser el falsario,opinión que en nuestro siglo ha recogido varios sufragios. La epístola es dignaciertamente del gran teólogo cuyo nombre está ligado, como es sabido, a la primeraformulación de la doctrina de la transubstanciación. Faltaría suponer que el libroantitético del Pseudo Agustín fuera de su adversario Ratramno, como lo hace Jugie: 84tendríamos entonces que, al abrigo de los dos más grandes Padres de La Iglesia delOccidente, los dos mejores teólogos de la época carolingia discuten entre ellos acerca delculto a María.La carta del Pseudo Gerónimo 85 supone que el gran exégeta escribió un sermón para susdiscípulos Paula y Eustoquio en ocasión de la fiesta - recientemente instituidarecordémoslo - de la Asunción de María.Siente de su deber poner en guardia a sus discípulos contra el relato apócrifo del Tránsitode María, a fin de que no consideren como cierto lo que es dudoso. Lo único quesabemos de cierto es que en ese día María murió, "gloriosa migravit a corpore". Enrealidad, se muestra su sepulcro en el valle de Josafat, y la misma Paula lo ha visto consus propios ojos (el Pseudo Gerónimo toma en serio su ficción literaria); todos dicen queél fue sepultada, pero ahora el mausoleo está vacío. Explica estas cosas, porque "muchosse preguntan si ascendió con el cuerpo o si se fue dejando el cuerpo. Pero de qué manerao en qué momento, o por qué personas fue sacado su santísimo cuerpo, y adónde fuetransportado, o si resucitó, no se sabe, si bien algunos sostienen que ya ha resucitado y hasido revestida de la inmortalidad de los bienaventurados en las esferas celestiales.Muchos afirman lo mismo del bienaventurado Juan el Evangelista, su servidor, al cual,virgen le fue confiada por Cristo la <strong>Virgen</strong>, porque en su sepulcro (según se dice) no seencuentra otra cosa que maná, que hasta se ve desbordar. Lo que haya de verdad en todoesto no lo sabemos. Es mejor, sin embargo, abandonar todas estas cosas a Dios, a quiennada es imposible, más bien que querer definir temerariamente por nuestra autoridadcosas que no podemos probar." Como se ve, tenemos aquí una prudente declaración de84 Jugie, op cit., p. 290. Es curioso observar que Roschini atribuye en cambio a PascasioRadberto el libro del Pseudo Agustín (Mariología, II, p. 307). Efectivamente loselementos de crítica interna no deben ser muy indicativos, y los de crítica externa son casinulos.85 Se halla entre las obras de Jerónimo, en la Patrología Latina de Migne, vol. 30, col.123 sgs.
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