La <strong>Virgen</strong> María, página 92feminidad, exaltada por la idealización de la mujer en el nuevo siglo. Podía serlo por elvínculo de parentesco que parecía asignarle, a ella, inferior por naturaleza, un dulce poderpersuasivo sobre el terrible juez eterno, su Hijo. No se advertía que, una vez mástransfiriendo a María el atributo de la bondad misericordiosa propia de Cristo, se llegabaa hacer vana la gran paradoja cristiana de la salvación. Cristo misericordioso es Diosmisericordioso : Dios que se inclina desde lo alto, sobre la culpa y el dolor humanos,hasta el punto de asimilárselos, de tomar su carga y llevarla en sacrificio vicario. PeroMaría no era divina. Ella era, por definición, “puramente humana”. La misericordia deMaría era simplemente la piedad de la humanidad hacia sí misma. Y ésta podía ser, porcierto, conmovedora y consoladora, pero no tenía nada de paradójica, nada revelador ; sesabe que la humanidad tiene compasión de sí misma, se sabe que el eterno femenino es elsímbolo de esa compasión humana. La gran síntesis salvadora de Dios que es Padremisericordioso, de Cristo que es Dios-Salvador, se esfuma una vez más : todo ladivinidad quedaba de un lado, y era sinónimo de majestad tremenda y de severa justicia ;la misericordia quedaba del otro lado : una misericordia toda humana. El sistema de lasalvación se quedaba reducido a una serie de relaciones jerárquicas, destinadas a atenuar,a neutralizar esa justicia vindictiva ; y tan bien funcionaba el sistema que verdaderamente“mestier non era partorir <strong>Maria</strong>” (no era menester que María diese a luz) : delegada en lapura humanidad de la <strong>Virgen</strong> la función de simbolizar una gracia más allá de los méritos,¿qué necesidad había de que en un organismo tan perfecto de influencias ycondescendencias, Dios se encarnara y sufriera la cruz? ¿No habría sido suficienteencomendar al corazón de una nueva Eva el patrocinio de los pobres pecadores ante eltrono de la justicia?Evidentemente, en lo que antecede hemos cargado las tintas, calcando duramente laslíneas de lo que, en cambio, era muy complejo. Pero en sustancia, no se podría negar queesa fue la motivación de la piedad mariana. Cuando, algunos siglos más tarde, Lutero, ensu gozo por haber hallado el Cristo misericordioso, pintaba con oscuros colores el Cristojuez que había sido el íncubo de su infancia, fue muy fácil atracarlo de haber deformado asabiendas la realidad ; pero in inmenso impulso que a partir del siglo XII tomó la piedadmariana es la mejor confirmación de la sustancial exactitud de su valorización. Luteroreconquistó el evangelio de la pura misericordia de Dios en Cristo, de la graciainmerecida y más allá del mérito. Con esto, sin polémicas, sin ataques, disipó e hizoimposible en la nueva fe evangélica, la doctrina de la mediación misericordiosa de María: imposible por ser superflua.Pero no fueron los reformadores los que hicieron la crítica del sistema mariano medieval :fue la obra de Erasmo de Rótterdam, humanista y católico. 162 Lutero, educado en lapiedad bernardina, escribió en su comentario del Magnificat algunas páginas, sobre lahumildad y la fe de María, que se cuentan entre las más delicadas que se conocen.Calvino, en su comentario a los evangelios titulado : L’harmonie évangélique, al decir deRoschini “magnifice de B. Virgine loquitur”, habla magníficamente de la <strong>Virgen</strong>María. 163 Pero la reforma, sin odio hacia la dulcísima madre de Cristo, permaneció162 Roschini, Mariología I, p. 391.163 Roschini, Ibid, I. P. 307.
La <strong>Virgen</strong> María, página 93serena, inconmoviblemente firme sobre el principio apostólico : “Hay un solo Dios y unsolo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo enrescate por todos” (1º Timoteo 2:5-6).La disputa más violenta en torno de la función mediadora de María, que se produjera enel periodo de la Contrarreforma, no se debió a los protestantes, sino a los jansenistas. Fueprovocada por el libro de un jurista católico en Colonia, Adam Widenfeldt, publicado en1673 con el título de : Monita salutaria B. Virginis <strong>Maria</strong>e ad cultores suos indiscretos,que en su traducción francesa : Advertisements salutaires tuvo enorme difusión enFrancia, y llegó a ocasionar una reforma de la liturgia galiciana. El autor ponía en labiosde María declaraciones como las siguientes : “No me pongáis en paralelo con Dios o conCristo . . . Yo soy vuestra consierva . . . Las alabanzas que se me dirigen como a mímisma, son vanas . . . Cuidad de que vuestra dulía no degenere en latría, contraviniendoel mandamiento : A Dios solo adorarás . . . Los que me llaman mediadora y abogada, nolo digan en el mismo sentido en que mi Hijo es propiamente mediador y abogado. El es elMediador de un nuevo pacto. El ha aplacado a Dios con sus méritos propios . . . Nadie meatribuya esto : ¿acaso he sido crucificada por vosotros? No me llaméis, pues salvadora ycorredentora . . . nO me honréis como si Dios no bastara. Si amáis a Dios no tenéisnecesidad de nada . . . ¡Bienaventurado aquel que, como el apóstol, no quiere saber otracosa que Cristo y Cristo crucificado!” 164En la estela trazada por la Monita salutaria surgió un movimiento de reacción contra ladevoción mariana, en el cual merecen señalarse nombre eminentes por su ciencia y supiedad, como Ludovico Antonio Muratori. Pero en el siglo XVIII, la piedad mariana tuvoun vivo renacimiento, por obra sobre todo de Grignion de Monfort, en Francia, y enItalia, del napolitano Alfonso María de Ligorio (1696-1787).Las glorias de María Santísima de Alfonso de Ligorio, publicadas en 1750, puedenconsiderarse con todo derecho como el texto clásico de la mariología moderna, nosolamente porque en ellas hay una colección copiosa, 165 y por lo demás confusa ydesprovista del más elemental sentido crítico, de todo lo que había llegado aconocimiento del autor que se hubiera dicho sobre la <strong>Virgen</strong> María, por teólogos grandesy pequeños, monjes, predicadores, con predilección por los relatos edificantes, acogidossin discriminación alguna y con pía complacencia ; sino por la misma tonalidad ysuperstición de devoción y puerilidad, que acompaña desde sus comienzos al culto deMaría, esencialmente popular, pero que aparecía menos en sus mejores representantes,164 Citas de Roschini, Mariología, I, pp. 394-395165 En cuestión de abundancia enciclopédica, el de Ligorio es superado largamente porHipólito Marracci (1604-1675), que pasó toda la vida recogiendo citas y ejemplos enhonor a María, y tuvo aún la desventura de ser excomulgado por ello, habiendo sidopublicado, sin que él lo supiera, por algunos amigos suyos, un libro suyo en defensa de lainmaculada Concepción, en la época en que estaba prohibido por las disposicionespapales discutir ese punto. Ver la bibliografía en Roschini, Mariología, I. Pp. 290-291, ypasa el episodio recordando, Osservatore Romano, 15 de diciembre de 1949 : “Almargini di un dogma”.
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