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Virgen Maria completa - Escritura y Verdad

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La <strong>Virgen</strong> María, página 118muere reclinando la cabeza sobre la cabeza de su madre, que muere espiritualmente conél ofreciéndolo a la muerte. El rostro de María es sereno y compasivo; el de Cristo estádesfigurado por el dolor: evidentemente él es la víctima ofrecida, ella el sacerdoteoficiante; y el cuerpo de Jesús moribundo está casi enteramente velado por el hábitomonástico de la Madre dolorosa. ¡Cuántos símbolos! Pero, si María muere con él,también resucita con él. Su cuerpo no conoce la corrupción : su asunción al cielo es ahoraun dogma revelado. Y si Jesús se ha sentado a la diestra del Padre celestial, María estásentada como reina apenas un poco más abajo que él. El intercede por los hombres ante elPadre; ella intercede ante él; y si Jesús promete que las oraciones hechas en su nombreserán siempre escuchadas, se sabe con no menos seguridad que son escuchadas lasoraciones hechas en nombre de María. En la economía eterna, ella ocupa un puestoaparte, superior a todas las jerarquías celestiales, inmediatamente debajo de la SantísimaTrinidad. Si Cristo es engendrado por el Padre desde toda eternidad, el orden hipostáticoestablece un vínculo de parentela entre la Trinidad misma y María. Finalmente, Cristovolverá a juzgar a los vivos y a los muertos; pero María no juzga a nadie: llena de piedad,toda clemencia, permanece consagrada por toda la eternidad a su misión corredentora.No obstante estas excelsas prerrogativas, María no es una persona divina: permaneceexclusiva y plenamente humana; los teólogos católicos, desde Epifanio hasta Tomás deAquino y los mariólogos contemporáneos, son terminantes y claros en este punto. Maríano es un segundo Cristo, no es un segundo Logos: si bien algunos teólogos alemanes, y elitaliano Carlo Cechelli, acarician el pensamiento de que, así como Jesús es el Logos,María es la Sofía; pero debe tratarse de una sabiduría inmanente, aquella Sofía que es elvértice de la criatura racional, y por consiguiente no constituye una excepción a la puracondición de criatura de María. 210 María no es una segunda manifestación de la Palabrahecha carne; pero es la humanidad purísima en la cual la Palabra se encarna, lahumanidad como sería si no hubiera caído, Eva antes de la caída: más aún, la humanidadrevestida de todos los frutos de la gracia, la humanidad sobrenatural como será en lagloria final.Esta perfectísima humanidad es el objeto del culto mariano. 211 Sería por cierto señal demal gusto poner en duda la distinción establecida por Tomás de Aquino entre el culto delatría (adoración) que se debe a Dios, el de dulía (veneración) debido a los santos, y dehiperdulía (debiera decirse: superveneración) reservado únicamente a la <strong>Virgen</strong>. 212 Es210 Cf. Karl Barth, Dogm., 1, 2, p. 158. Cita en particular a Scheeben, Para Cecchelli, verMater Christi, vol. 1, passim.211 El tema del culto de María merecería un tratamiento aparte, que no se podría agregar aeste libro, dedicado a la doctrina mariológica, sin aumentar mucho su volumen. En lasobservaciones siguientes nos referimos al breve pero claro catecismo mariano deRoschini, ya citado, pp. 67-107.212 Summa theol. Pars III, qu. 25, art. 5. Es interesante onservar que Tomás de Aquinoestablece esta distinción, polemizando contra una opinión más radical, que apoyándoseen Juan damasceno y en el Pseudo Agustín razonaba así: El honor que se da al rey debedarse a la madre del rey; luego, si se da al rey (Cristo) un culto de latría, también se debe

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