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Virgen Maria completa - Escritura y Verdad

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La <strong>Virgen</strong> María, página 124interpretar el dogma de la encarnación como una glorificación de la naturaleza humana,pueden hallar un símbolo adecuado en la devoción mariana.Y ciertamente se puede decir que, entre las religiones laicas, que se ofrecen a la adhesiónde las almas en este periodo de crisis de todos los valores, el culto de la <strong>Virgen</strong> María,todavía envuelto en suavidad evangélica y gentileza femenina, puede aspirar a un rangonotable. Pero debería ser claro, que precisamente esta tendencia humanística einmanentista, está orientada en una dirección enteramente distinta del impulso original,teocéntrico y cristocéntrico, del cristianismo ; y que si se busca un renacimiento cristiano,no se ha de comenzar con la contaminación del Evangelio con el eterno femenino delculto de María, sino que es necesario tener el coraje de iniciar el gran retorno : de María aCristo; esto sea dicho no solamente con respecto al culto mariano, sino con respecto alnecesario culto de las directrices según las cuales se desarrolla todo el catolicismo desdeel Concilio de Trento.Esta toma de conciencia, este gran retorno no debiera ser imposible. Nada debería serimposible a una Iglesia poderosamente centralizada y disciplinada como la católica. Aunsin grandes gestos reformadores, sin clamorosas renuncias (¡cuántas cosas caersimplemente en desuso sin ser oficialmente abrogadas!), bastaría con dar decidida yperseverantemente máquina atrás; bastaría dejar de estimular o aun patrocinar las peroresexageraciones de la devoción mariana popular; bastaría inculcar, de arriba abajo, a travésde toda la jerarquía y el clero y las órdenes religiosas, el principio de un sano retorno a lasencillez evangélica y la consigna de llevar la consideración de María a las proporcionesque se le puede legítimamente conceder en una Iglesia cristiana, que ningún espíritusensible a los valores de humanidad y gentileza querría negarle; en pocos decenios, talvez, la atmósfera de la piedad católica quedaría en gran parte purificada, con ventajaspara la espiritualidad cristiana y para la causa de la reunión de los miembros dispersos delCuerpo de Cristo, que es imposible siquiera insinuar.Sin embargo, no hay ningún indicio de que la Iglesia quiera emprender ese camino; másbien existen todos los indicios contrarios. La mariología proseguirá su desarrollo triunfal.Las cuestiones todavía en discusión, como la corredención, serán definidas tarde otemprano, como dogmas en el sentido más exaltante para las plebes católicas y másescandaloso para los no católicos. Y nadie puede prever qué nuevas solemnidades, quénuevas prerrogativas, qué nuevos dogmas surgirán en el porvenir, de la matriz fecunda dela piedad popular, u de la dócil connivencia de los principios de conveniencia, deeminencia, de singularidad y de la analogía con Cristo. La asimilación de María a Jesússerá llevada a sus consecuencias extremas, en el plano de la pura humanidad: esto es,piensen lo que piensen los mariólogos, la pura humanidad de María substituirá cada vezmás, en la devoción popular, a la humanidad divina de Cristo. Paralelamente, y como porcompensación, se tratará de integrar más cumplidamente a María en la Trinidad. Ya seafirma que ella es el “complemento de la Trinidad” (aunque sea sólo el complemento“extrínseco”) ; es decir, se declara que María con maternidad divina “procura a lasPersonas divinas una gloria nueva y única”; que “gracias a la maternidad divina de María,el Padre adquiere sobre el Hijo, que es igual a él por su naturaleza y sus perfecciones, unareal autoridad”, que “la maternidad divina de María da al Hijo una vida nueva, una vida

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