La <strong>Virgen</strong> María, página 52En realidad, Epifanio hacía un despliegue superfluo de hipótesis. Si en su tiempo nosubsistía tradición alguna acerca del fin de la vida de María, ello se debe simplemente alhecho de que su muerte se produjo en una época en que todavía no había surgido lacostumbre de venerar la memoria de los mártires, ni menos aún de las personas eminentesde la Iglesia, y pasó inadvertida. Desapareció de la vida, humilde y modesta como habíavivido, y nadie recordó el lugar de su sepultura; si bien una tradición, hacia mediados delsiglo V, señalaba su sepultura cerca de Jerusalén, en el jardín de Getsemaní.Pero la piedad, ahora orientada hacia una celebración cada vez más férvida de María, nopodía contentarse con el silencio de la tradición, y suplió con la imaginación la falta dedatos sobre la muerte de María, como lo había hecho con respecto a su vida. En lasegunda mitad del siglo V empiezan a circular relatos apócrifos del Transitus de María<strong>Virgen</strong>. El papa Gelasio (492-496) los condena junto con los evangelios apócrifos, que yahemos recordado; pero no obstante la condena oficial, aquellos continuaron circulando ysiendo pasto de la piedad popular.Las leyendas apócrifas del Tránsito de María se pueden atribuir a dos troncos principales,aparecidos ambos probablemente en la segunda mitad o hacia fines del siglo VI: elTransitus <strong>Maria</strong>e, llamado Pseudo Melitón, porque se atribuye al obispo de Sardi yapologista del cristianismo, que vivió en el siglo II y el Libro de la dormición (koimesis)de la Santa Madre de Dios, del Pseudo Juan Evangelista. 72He aquí un breve resumen del relato del Pseudo Melitón.Después de la muerte de Jesús, María permaneció durante veintidós años en casa de lospadres de Juan, sita cerca del Monte de Olivos. Un día, mientras oraba, pidiendo serrecogida pronto junto a su Hijo, se le apareció un ángel que le entregó una palma delparaíso de Dios, diciéndole que la hiciera llevar delante de su ataúd, porque habría demorir dentro de tres días. María pidió ser asistida por los apóstoles en ese momentosupremo. Desaparecido el ángel, María se vistió de fiesta, tomó la palma, y trasladóse alMonte de los Olivos. Allí dirigió a Jesús una plegaria, suplicándole le ahorrara los asaltosde las potencias infernales durante su tránsito. Luego volvió a su casa.En ese mismo instante apareció en la puerta el apóstol Juan que había sido arrebatado poruna nube en Éfeso, mientras estaba predicando. Después todos los otros apóstoles,igualmente arrebatados y transportados, se encontraron, con recíproco estupor, delante de72Estos apócrifos fueron editados por Tischendorf en su colección Apocalypsesapocryphae Mosis, Esdrae, Pauli, Johannis, item. Marie dormitio, additis Evangelioromet Actuum apocryphorum supplementis, Leipzig. 1866. De nuestros apócrifos existenrastros menos desarrollados, aunque más antiguos. A un escrito de este género ha dereferirse la dondena del decretgo gelasiano a fines del siglo V. El decreto, por lo demás,es una compilación que sólo más tarde adquirió su forma actual. Por lo tanto la mencióndel Tránsito, aunque hubiera de ser atribuida, como piensan algunos, al Pseudo Melitón,ello no implicaría necesariamente una antigüedad mayor de este apócrifo. Cf. Jugie, op.cit., p. 110.
La <strong>Virgen</strong> María, página 53la puerta de María. También estaba presente Pablo, y Pedro lo invitó a elevar, en nombrede todos, una oración a Dios para que hiciera conocer su voluntad. Pero Pablo se excusó,proclamando el primado de Pedro (el escrito del Pseudo Melitón es latino). Los apóstolesse alegran de la humildad de Pablo, Pedro ora, y mientras dice Amén, sale de la casa elapóstol Juan, a quien entre tanto la <strong>Virgen</strong> ha informado de su visión. Entran todos. Maríaanuncia a los apóstoles que el Señor los ha enviado para consolarla en las angustias delpaso extremo, y les ruega que velen.Los tres días transcurren en medio de pías conversaciones y plegarias. A la hora terceradel tercer día, todos los presentes en la casa caen en un sueño profundo, excepto losapóstoles y las tres vírgenes que están al servicio de María. Aparece Jesús con unamultitud de ángeles, e invita a su Madre a ir con él al descanso de la vida eterna. Maríarepite su petición de no ver los espíritus infernales, y Jesús le responde que él mismo hatenido que sufrir sus ataques en la cruz, y que ella también los verá, porque tal es lacondición humana; pero los demonios no podrán nada contra ella, que será defendida porlas milicias celestiales. Entonces la Santa <strong>Virgen</strong> se tiende sobre el lecho y entrega elespíritu, mientras los apóstoles ven una luz deslumbrante. Jesús entrega el alma de Maríaal arcángel Miguel, prefecto del paraíso y jefe de la nación hebrea; y ordena a losapóstoles que den sepultura al cuerpo. Mientras el cortejo celeste asciende hacia lasregiones superiores, las vírgenes disponen el cadáver de María, que se ha tornado blancocomo un lirio y del cual emana un perfume de dulzura incomparable. Luego ese cortejofúnebre se pone en marcha, precedido por Juan, que lleva en la mano la palma celestial.Pedro y Pablo llevan el féretro, el primero a la cabeza, el segundo a los pies. Todoscantan: In exitu Israel de Aegypto, alleluia! Sobre el féretro aparece una corona de luz,los ángeles cantan con acentos de gran dulzura.Al son de la música celestial acude una multitud de quince mil personas; pues los judíoshan querido quemar el cuerpo de María. Uno de ellos, príncipe de los sacerdotes, lleno defuror, se lanza contra el féretro para voltearlo. Pero las manos del desgraciado quedansecas hasta el codo, y él permanece adherido al ataúd. El cortejo prosigue, mientras eljudío salta aullando de dolor. Los demás judíos no pueden acudir en su ayuda, porque losángeles los ciegan. Finalmente, Pedro le declara al judío que si confiesa a Jesucristo serásano. El entonces no sólo confiesa, sino que celebra elocuentemente a Jesucristo, con citade los libros de Moisés. Luego, curado, recibe de Pedro la palma celestial que lleva Juan,y la orden de volver a la ciudad a predicar a aquellos que han quedado ciegos. Los queconfiesan a Jesucristo serán sanados, los otros continuarán, ciegos. Así acontece.Entre tanto, los apóstoles, llegados al valle de Josafat, en el sitio indicado por el Señor,colocan a María en una tumba nueva, y se sientan a la entrada de la misma. Y he aquíque, de improviso, el Señor Jesús desciende del cielo con un ejército innumerable deángeles esplendentes. Saluda a los apóstoles: "La paz sea con vosotros". Ellos responden:"Sea hecha con nosotros tu misericordia, oh Señor, porque en ti hemos esperado".Entonces Jesús, recordándoles que según su promesa ellos se sentarán sobre doce tronosy juzgarán a las doce tribus de Israel, les pide que decidan cuál debe ser la suerte deMaría. Pedro responde por todos: "Señor, tú has escogido a ésta, tu sierva, para que fuesetu morada inmaculada; en cuanto a nosotros, tus pobres servidores, tú nos has tomado a
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