La <strong>Virgen</strong> María, página 34aquí un factor nuevo que no puede ser subestimado: ¿cuánto pesó, en la victoria del títuloTheotókos, la devoción popular por la virgen María? Una vez más, una severa cuestiónteológica transformada en cuestión caballeresca: estaba en juego el honor de María, ydebía ser defendido.El concilio fue convocado para Pentecostés del 431. Las instrucciones dadas al delegadoimperial, conde Candidiano, que debía dirigir la asamblea en su aspecto jurídico (ya queambos partidos habían solicitado un laudo de autoridad cesárea); establecíanexpresamente que la asamblea no debía constituirse hasta que todas las partescontendientes estuvieran presentes. Esto era obvio, tratándose en un concilio que debíahacer un trabajo de pacificación. Pero en la fecha prefijada solo estaban presentes losdelegados egipcios y anatolios partidarios de Cirilo (cerca de doscientos), mientras losantioqueños, no tanto favorables a Nestorio como contrarios a las intemperancias delmonofisitismo egipcio, habían sido detenidos en su viaje por una serie de contratiempos.También los delegados papales estaban en retardo. Después de una espera de quince días,y aunque era notorio que los orientales estaban a pocas jornadas de viaje de Efeso, contrael parecer del representante imperial y de sesenta y ocho obispos, Cirilo decidió inaugurarsin más el concilio. El conde Candidiano, que trató de oponerse, fue enérgicamenteexpulsado de la asamblea; el concilio se constituyó, citó a Nestorio, quien se negó apresentarse, lo excomulgó y lo depuso de su cargo patriarcal. Todo fue resuelto en unasola sesión que duró desde la mañana hasta tarde en la noche del 22 de junio. Cuando sedifundió por la ciudad la noticia que el concilio había salvado el honor de la Santa<strong>Virgen</strong>, una multitud exultante fue a esperar a los obispos a la salida de la catedral,acompañándolos con una solemne procesión de antorchas hasta sus alojamientos,mientras la ciudad se iluminaba como de fiesta.El concilio celebrado con tanta precipitación por Cirilo, contra las explícitasdisposiciones imperiales, no sólo era ilegal, sino contrario a la misma intención depacificar los ánimos, que había precedido a su convocatoria. Una de las dos partes habíaestado <strong>completa</strong>mente ausente. Muchos de los obispos presentes, en su incertidumbre,habían cedido al imperio de la voluntad enérgica e intransigente de Cirilo y a la presióndel ambiente. La sentencia de excomunión contra Nestorio llevaba 198 firmas:unanimidad forzada, cuya medida de sinceridad no nos es dado conocer.Pocos días después llegaban los orientales, dirigidos por el patriarca Juan de Antioquia.Informados de los sucedido, tuvieron con el delegado imperial un contra-concilio, en elcual excomulgaron y depusieron a Cirilo y Memnón. Más tarde, los delegados de Romahicieron reabrir el primer concilio y sancionaron sus decisiones.Ambas partes apelaron una vez más al emperador. Este ratificó la deposición de los jefesseparado de la asamblea de los santos padres y obispos . . .” Falta el verbo, pero puede serfácilmente sobreentendido, ÷Pero en qué sentido Juan y la <strong>Virgen</strong> María “están” enEfeso? Parece natural pensar en sus reliquias. Jugie interpreta que había dos iglesiasdedicadas a sus nombres, y que el concilio se realizó precisamente en aquella dedicada aMaría Theotokos. Pero esta interpretación parece menos natural.
La <strong>Virgen</strong> María, página 35de las dos facciones; luego inició, por medio de personas de su confianza, una acciónconciliadora. Las tentativas fueron largas y laboriosas, y después de dramáticasalternativas se llegó a una fórmula de concordia, propuesta por Juan de Antioquia yaceptada por Cirilo. Esta declaraba, después de un preámbulo en el cual se confirmaba lafe nicena:"Confesamos que nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, Unigénito, es Dios perfecto(teléion) y hombre perfecto (teléion), compuesto de un alma racional y de un cuerpo;engendrado por el Padre antes del tiempo, en cuanto a la divinidad, y en estos últimostiempos, por nosotros y para nuestra salvación, por María <strong>Virgen</strong>, en cuanto a lahumanidad; consustancial con el Padre (omoousion to patri) según la divinidad, yconsustancial con nosotros (omoousion emin) según la humanidad; luego de lo cual seprodujo la unión de las dos naturalezas; por lo tanto, confesamos un solo Cristo, un soloHijo, un solo Señor. Y por esta unión, exenta de cualquier mezcolanza, confesamos quela santa <strong>Virgen</strong> es Madre de Dios (Theotókos) por el hecho de que Dios el Logos seencarnó y se hizo hombre, y desde su concepción unió a sí mismo el templo tomado deella. En cuanto a las expresiones (fonai) evangélicas y apostólicas acerca del Señor,sabemos que las que se aplican a las dos naturalezas se refieren a una sola persona, lasque distinguen las dos naturalezas se refieren a una sola naturaleza; y que las expresionesque se dirigen a Dios fueron dirigidas según la divinidad de Cristo, y las más humildes,según su humanidad. 43Esta fórmula de concordia era perfectamente ortodoxa. Si es verdad que los aspectosdiscutibles de la teología de Cirilo dependían sobre todo de la relativa imprecisión de suterminología, se comprende que haya podido suscribirla y después defenderla. Ellos, sinembargo, le costó notables renuncias. La distinción de las dos naturalezas estabaexpresada en forma asaz más rigurosa de los que Cirilo acostumbrada hacerlo; la teoría,cara para él, de la comunicati idiomatum, era prácticamente negada o al menosseveramente circunscripta; y la perfección de la humanidad de Cristo era defendida enforma que excluía todo rastro de apolinarianismo, y reforzada con las dos expresionescomplementarias: consustancial con el Padre, consustancial con nosotros. Por lo cual nose puede excluir la posibilidad de que su aceptación obedeciera más que a la convicción,a razones de diplomacia eclesiástica.Sea como fuere, a su partido le pareció como una victoria del nestorianismo, y la lucharenació, sobre todo después de la muerte de Cirilo, acaecida en el 544. El jefe másinfluyente de los monofisistas fue entonces el archimandrita Eutico, de Constantinopla.El viejo asceta, prior de un respetado convento, no podía admitir que se hablara todavíade dos naturalezas en Cristo, después que se habían unido a su persona, y denunciabacomo herejes a los que profesaban tal opinión. Los ánimos estaban exacerbados. ELpatriarca de Constantinopla, Flaviano, citó al anciano ante una asamblea de treintaobispos, en la cual se trató en vano de obtener su adhesión a la fórmula de concordia."Hasta hoy jamás me he permitido discutir sobre la naturaleza de mi Dios . . . Jamás hedicho, hasta hoy, que su cuerpo sea consustancial con el nuestro . . . " Así exclamaba con43 Mansi, V, col. 303 sg.; cf. Hefele, II, 1, p. 396.
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