La <strong>Virgen</strong> María, página 48Si atendemos solamente a los aspectos más visibles del culto oficial de María por unaparte, y de los cultos de las diosas madres por otra, su diferencia parece grande; por unaparte tenemos una construcción orgánica (no decimos normal, esta es otra cuestión), quedesarrolla pensamientos y sentimientos surgidos al margen de la fe en la encarnación deDios en Cristo; por la otra, tenemos un culto de origen naturalista y de esencia panteísta,que parece no tener nada en común con el anterior. Si hubiera que establecer un paraleloen el plano de la historia de las religiones, habría que decir que María es una competidoramuy modesta de la diosa multiforme del sincretismo mediterráneo, ya que al fin decuentas no es una diosa; es un personaje histórico femenino, que asciende lentamente lasgradas de la apoteosis (la forma más modesta del culto, en la antigüedad, y la expresiónmás problemática de la divinidad); mientras que Isis, Cibeles, Minera son auténticasdiosas, expresiones distintas de una idea realmente divina. Pero estas antítesis pierdenalgo de su aparente evidencia, apenas damos el debido relieve a aquel que, aunqueoscuro, fue el verdadero centro de encuentro de la piedad mariana y de los cultosmediterráneos: la gnosis.El motivo gnóstico de la Madre celestial de Cristo, más o menos claramente identificadacon el Espíritu Santo (femenino) y con la Sabiduría bíblica, que si no fue acogidovisiblemente en la teología oficial de occidente tuvo más fortuna en la del Orientecristiano, contiene el núcleo de una asimilación de la <strong>Virgen</strong> María a las funcionescósmicas propias de las divinidades femeninas."En María - escribe Bulgakov - "se incorpora la idea de la Sabiduría divina, en lacreación del mundo; ella es la Sabiduría en el mundo creado; es en ella donde ha sidojustificada la sabiduría divina y por ello la veneración de la <strong>Virgen</strong> se confunde con la dela Sabiduría divina. En la <strong>Virgen</strong> se unen la Sofía celeste y la Sofía del mundo creado, elEspíritu Santo y la hipóstasis humana. Su cuerpo se ha tornado <strong>completa</strong>mente espiritualy transfigurado. Ella es la justificación, el fin, el sentido de la creación; ella es, en estesentido, la gloria del mundo. En ella, Dios es ya todo en todos". María es en realidad, "lacriatura glorificada, <strong>completa</strong>mente deificada". Ahora bien, es interesante observar queBulgakov desarrolla estos pensamientos en antítesis a los cultos paganos: María no es unadiosa, precisamente porque es la criatura perfectamente deificada, En realidad, en laatmósfera panteísta del sincretismo mediterráneo, es difícil señalar exactamente loslímites entre la divinidad propiamente dicha y la criatura deificada. En todas lasreligiones del Oriente mediterráneo, en alguna faz arcaica, se encuentra la idea de unadivinidad femenina que personifica, en antítesis de las divinidades masculinas, elprincipio cósmico, la tierra, la materia pasiva que espera ser fecundada (Rea, Demeter,Cibleles, Isis misma, en sus orígenes), y sobre la cual se ejerce la actividad, la iniciativadel principio divino masculino. La asimilación de la <strong>Virgen</strong> María al símbolo de lacriatura glorificada y plenamente deificada no esta en contraste, sino en continuidad yanalogía con aquel aspecto arcaico esencial de los cultos femeninos mediterráneos. Y enesto bien parece que el aporte de los cultos paganos no es solamente genérico, sino queofrece a la doctrina mariana una importante contribución específica.
La <strong>Virgen</strong> María, página 49Estas especulaciones no fueron acogidas por la teología oficial en Occidente. Lo fueronen parte en Oriente, debido al genio más especulativo, y nunca totalmente libre deinfluencias gnósticas de aquella Iglesia. Pero también en Occidente advertimos supresencia subterránea, en las corrientes heréticas y esotéricas donde precisamente laidentificación de la <strong>Virgen</strong> Madre con el principio cósmico es más clara, decidida yconsciente de su contenido panteísta. En María, el principio de la vida cósmica estáíntimamente asociado con la divinidad: en un grabado medieval, María ocupa un tronoaparte, en un nivel ligeramente inferior, junto a las tres personas entronizadas de laTrinidad, y las cuatros figuras están encerradas juntas en el óvalo sagrado del mandala,símbolo de la unidad de Dios y del cosmos. En la santa Cuaternidad, símbolo de latotalidad divino-cósmica, revive manifiestamente - y revive llevado por el símbolo de la<strong>Virgen</strong> María - el motivo panteísta del culto mediterráneo de la tierra fecundada.En la cristiandad ortodoxa de Occidente, estas concepciones permanecieron al margen,cuando no fueron terminantemente rechazadas y prohibidas: pero permanecieron; y no esfácil establecer cuánta influencia tuvieron efectivamente en el desarrollo del cultomariano, como tampoco es imposible que conozcan alguna vasta reviviscencia en nuestrotiempo. Ellas son el fondo misterioso y seductor de los desarrollos ortodoxos de lamariología.Estos se limitan, concientemente, a los motivos marginales de la tradición cristiana quehemos mencionado, y a los cuales debemos ahora atenernos exclusivamente, puesto queson ellos los que dan a María su rostro tradicional y que hacen de la mariología unacreación original.Las imágenes bizantinas de la Basilissa Panhagia, la Reina Toda santa, que confrontan alas del Kyrios Pantokrator, el Señor Cristo Omnipotente, con pareja potencia extática deexpresión numinosa, no representan las perfecciones astrales de una nueva Isis rutilantede luz, o de una nueva Cibeles plena de inexpresables misterios de fecundidad:configuran aquellas que más tarde celebrarán las letanías lauretanas, como Reina de losángeles, de los patriarcas, de los profetas, de los apóstoles, de los mártires, de losconfesores, de las vírgenes, de todos los santos.Pero la <strong>Virgen</strong> María no habría podido llegar a ser la Reina de la Iglesia triunfante ymilitante si no se hubiera sentado sobre el trono de Isis y no se hubiese ceñido la coronaalmenada de Cibeles. Para comprender psicológicamente la exaltación de María en elplano del dogma y de la piedad cristiana, para entender cómo, de la disputa teológica entorno a las dos naturalezas de Cristo, y de la paradoja de la Theotokos - digna de serrepetida con temor y temblor, y no de ser blandida como enseña de un nuevo culto - pudosalir la hiperbólica veneración de la <strong>Virgen</strong> María, es necesario pensar en el climadevocional creado por el culto mediterráneo de la <strong>Virgen</strong> y de la Madre. De ello tenemosla prueba histórica en el hecho de que los grandes centros propulsores de la veneración deMaría son Egipto, consagrado a Isis, Efeso, sede de la Artemisa, y Frigia, patria de laGran Madre Cibeles; mientras que los países nórdicos, a los cuales era extraño el cultomediterráneo de la Madre siguieron solamente con retardo, y sin entusiasmo, losdesarrollos mariológicos, y se libraron de ellos definitivamente con la Reforma.
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