La <strong>Virgen</strong> María, página 76La inmaculada concepción de María rompía todas las analogías y superaba todos loslímites implícitos en aquella asimilación. María, concebida sin pecado, en realidad nuncahabía conocido nuestra condición humana. Criatura de excepción, en el sentido másriguroso del término, se tornaba, en el plano humano, la analogía perfecta de su Hijo, elRedentor. Esta concepción prestigiosa, intuitivamente fácil, se prestaba admirablemente alas exigencias litúrgicas del culto de María, que precisamente en esa época tuvo unincremento sin precedentes, la cual debió mucho al populacho devoto, siempre ávido demilagros y pronto a aceptar toda exaltación de la <strong>Virgen</strong>, tanto más entusiastamentecuanto más hiperbólica fuese. El nuevo dogma, como todos saben, es patrocinadofervientemente por los franciscanos, que vienen del pueblo y viven con el pueblo,mientras que en la orden rival de los dominicos, herederos de la tradición tomista, surgencontinuamente nuevas oposiciones. Y es mas significativo que si, en las encendidasdisputas suscitadas por esta doctrina, los franciscanos acusan a los dominicos de serenemigos del honor de María, los dominicos replican acusando a los promotores de lainmaculada concepción de impiedad y herejía: impiedad, precisamente por una excesivaasimilación de María al Cristo divino: y herejía, porque la inmaculada concepción abreuna brecha, la primera e irreparable brecha, en el concepto agustiniano del pecado y de lasalvación.De esta doctrina había vivido y temblado toda la Edad Media; a ella se debió su conceptotrágico de la vida, su riguroso ascetismo sexual. Pero en los siglos en que resurge lacivilización, aquella concepción comienza a hacerse gravosa para las conciencias. Surgeuna nueva valoración, más humana de las relaciones entre los sexos, sí como un conceptomenos sombrío del pecado y de la redención. Si de la primera es testigo la literatura laica,del segundo se hace eco la jocundidad franciscana. Algunos siglos más tarde, la Reformahabría de separar en el concepto del pecado original, el momento sexual del ético, renegardel maniqueísmo larvado que desde Agustín angustiaba los sueños nupciales de lacristiandad, reconfirmando, al propio tiempo, la visión trágica de la vida, que era suprofundo y perenne valor humano. El catolicismo ha seguido un camino inverso: haatenuado naturalmente el concepto del pecado original, renovando en diversas formas unpelagianismo larvado; y ha mantenido, por otro lado, el maniqueísmo sexual, al menoscomo teoría e ideal monástico de perfección. El dogma de la inmaculada Concepcióncontenía en germen los dos motivos: era la negación, sobre un punto decisivo, de ladoctrina de la universalidad del pecado; y era, al mismo tiempo, la apoteosis de la purezavirginal, elevada a una estatura casi divina. Por lo tanto debía fatalmente triunfar: erademasiado exquisitamente católico para que pudiera prevalecer contra el los escrúpulosagustinianos de Tomás de Aquino, o la conciencia de la inevitable distancia entre elCristo y su madre, común a todos los grandes del periodo clásico de la escolástica.No es ciertamente por acaso que la idea de la Inmaculada Concepción fue promovida, enel campo teológico, precisamente por aquella teoría escotista que es la disolución del gransistema medieval de la fe.Parece, por lo demás, que se ha exagerado el aporte personal de Duns Scoto a nuestracuestión. Roschini subraya justamente la importancia que algunos teólogos anteriorestuvieron en el camino hacia el triunfo de la nueva doctrina: Enrique de Gand, Guillermo
La <strong>Virgen</strong> María, página 77Ware, maestro de Duns Scoto, el teólogo parisiense Raimundo Lulio (que es sin embargocontemporáneo de Scoto). El camino que siguió la evolución dogmática es muyinstructivo. Partiendo del concepto universalmente admitido de la santificación en el senomaterno, la hace retroceder todo lo posible en el tiempo, hasta hacerla coincidir con elmomento mismo de la concepción. Mediante este retroceso, se declara que María estuvosujeta al pecado original solamente un instante, y luego ese instante temporal se resolvióen un puro instante lógico. Si es verdad que lógicamente la concepción debe preceder a lasantificación, esta precedencia se anula en la realidad del tiempo, la concepción y lasantificación coinciden. María no estuvo jamás sujeta al pecado original: habría debidoestarlo, esto es todo. Pero esta afirmación de derecho nunca tuvo una realidad de hecho.En este punto, el concepto de la santificación en el seno materno se ha traducidoíntegramente en la noción distinta de la concepción sin tacha. El carácter excepcional delprivilegio es atenuado, o al menos disimulado, recurriendo a la gracia de Dios. Cristo,perfectísimo Redentor y Mediador, argumenta Scoto, tiene un modo de redenciónperfectamente adecuado a cada uno; y seguramente el más perfecto deba estar reservadoa su madre. Ahora bien, la prevención del mal es ciertamente más perfecta que sureparación; era, pues, conforme ya sea al Mediador, ya sea a la dignidad de su madre, queMaría fuese más bien exceptuada preventivamente de la culpa original, que purificada deella después de haberla contraído. “María ha tenido pues superlativamente necesidad delCristo redentor: en realidad ella habría contraído el pecado original en virtud de sunacimiento, si no hubiera sido prevenida por medio de la gracia del Mediador; y así comolos otros tuvieron necesidad de Cristo, para que por sus méritos les fuera remitido elpecado ya contraído, ella tuvo tanta más necesidad de Cristo, para que por sus méritos lesfuera remitido el pecado ya contraído, ella tuvo tanta más necesidad del mediador, el cualprevino el pecado, a fin de que no lo contrajera.” 123 En conclusión: “Está en el cielo labienaventurada <strong>Virgen</strong>, madre de Dios, que no fue jamás enemiga (de Dios) actualmente,por lo que se refiere al pecado actual, y ni siquiera por lo que se refiere al pecadooriginal; lo habría sido, si no hubiera sido preservada.” 124 Scoto escribía estas palabras en1300, en Oxford, comentando el Liber Sententiarum de Pedro Lombardo; pero ocho añosmás tarde, en París, retomando el mismo argumento, poco antes de morir, atenuó sudeclaración introduciendo un “quizá” con respecto al pecado original. 125 De modo que, enúltimo análisis, la posición de Duns Scoto quedó incierta, y la expresión definitiva de supensamiento al final de su vida es todavía la contenida en la exposición de Oxford yacitada: “Sobre esta cuestión, digo que Dios pudo hacer que María no haya estado nuncaen el pecado original, pudo hacer asimismo que estuviera sólo un instante. Y tambiénpudo hacer que permaneciera por cierto tiempo en el pecado, y que fuera purificada en elúltimo instante de ese tiempo . . . Cual de estas tres soluciones, cuya posibilidad hedemostrado, haya ocurrido realmente, Dios lo sabe: cuando no repugne a la autoridad de123 En el Comentario al IV libro de las Sentencias de Pedro Lombardo, 1-2, dist. 3, qu. 1(ed. Vives, tomo 14, p. 159).124 Ibid., d. 18, qu. Única. “Est ibi beata Virgo, Mater Dei, quae nunquam fuit inimicaactualiter ratione peccati actualis, nec ratione originalis; fuiste tamen, nisi fuistepraeservata.”125 “Nunquam fuit inimica actualiter, ratione peccati actualis et forte nec pro peccattooriginali, quia fuit praeservata, ut supra dictum est.” Ver Roschini, Mariol., II, 2, p. 69.
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