La <strong>Virgen</strong> María, página 140El pensamiento de que la definición de la asunción pueda, paradójicamente, constituirseen un factor favorable a la renovación de la Iglesia, condición de su reunificación, ha sidoexpresado también por otros, pero en sentido enteramente distinto :“Un amigo católico romano – escribe Friedrich Heiler – me ha escrito que conesta definición dogmática vuelve a plantearse nuevamente el problema de lainfalibilidad papal. El hecho de que la Iglesia Romana haya proclamado comoverdad revelada una doctrina que ella misma, durante siglos, ha rechazadodecididamente en sus documentos litúrgicos, obliga a todos los cristianos areflexionar sobre la legitimidad de la doctrina de la infalibilidad papal. El hechode que la infalibilidad papal resulte incurablemente desacreditada con estadefinición dogmática, parece haber comenzado a conmover el bloque de piedramás grande que obstaculizaba el camino de la unificación del resto de lacristiandad con Roma.” 247Y con mayor energía y severidad, en un escrito posterior :“La definición de la asunción ha iluminado como un relámpago, para aquellos queven en profundidad, la fragilidad del sistema dogmático romano, en particular ladoctrina de la infalibilidad papal. Ha hecho vacilar los fundamentos del sistemadogmático romano; los principios hasta ahora en vigor, sobre el carácternormativo de las dos fuentes : la <strong>Escritura</strong> y la tradición, han debido serabandonados, y los han sido dócilmente, por los apologistas católicos, a fin de quela infalibilidad papal aparezca salvada por un instante. Pero con esa renuncia, laapologética ha tornado problemático todo el método de demostración en vigorhasta hoy. Acogiendo un concepto hipermodernista de evolución, ha arrojado, porla borda la inmutabilidad y la identidad de la dogmática católica, y ha renunciadoal clásico criterio de la catolicidad : quod semper, ubique, ab omnibus . . . “ A raízde ellos, ha surgido “un caos dogmático formal, imposible de ser vuelto aencauzar en un sistema lógico.” Algún día se reconocerá esto ; y elreconocimiento tal vez conduzca a los católicos más conscientes a renunciar a“esa conciencia de absoluto” que encuentra a menudo tan orgullosa expresión enlos coloquios con los cristianos de otras confesiones. Se deberá reconocer que laverdad plena no es posesión de ninguna Iglesia, ni siquiera la romana, y que “laverdadera Una sancta es la Iglesia del futuro.” 248Análogos pensamientos expresa el teólogo de la comunidad evangélica de Taizé, MaxThurian :El dogma de la infalibilidad era hasta ahora una cuestión teórica, puesto que elpapa no había hecho ningún uso de ese poder. Y un poder se juzga por el uso que247 Fr. Heiler, Das neue Mariendogma, en Oek. Einh., cit., p. 43, y más brevemente enProtestantesimo, cit., p. 22.248 Fr. Heiler, Katholisher Neomodernismus, en Oek. Einh., cit., p. 238.
La <strong>Virgen</strong> María, página 141de él se hace. La promulgación reciente revela en forma magistral y significantehasta dónde ese poder puede conducir a la Iglesia romana : hasta la afirmación deuna doctrina privada de fundamento histórico.” Esta constatación podría planteara los católicos una cuestión de conciencia, y “conducir de nuevo a la fe católica auna humildad más verdadera, precursora de verdaderas reformas, de la unidadfinal. Una conciencia turbada, aunque obediente, se expresa con menosabsolutismo.” 249Esto parece, realmente, el optimismo de la desesperación ; y el hecho de que dosestudiosos como Friedrich Heiler y Max Thurian, notoriamente animados de unaprofunda simpatía por el catolicismo romano, y de intrépidas convicciones ecuménicas,se hayan visto reducidos, para no desesperar del todo, a repetir el viejo adagio : “Tantopeor, tanto mejor”, basta para demostrar cuán profunda es la herida inferida por la incautae inútil definición dogmática a los espíritus más fieles al ideal de la unidad de la Iglesia.En realidad, nada indica que la Iglesia católica esté pensando en desviarse, en lo futuro,del proceso histórico que la lleva a dar un paso cada vez mayor al magisterio vivo, hastallegar a asignarle validez suficiente y exclusiva en las definiciones de fe. Para los filescatólicos que, como Altaner, veían claramente la insuficiencia del fundamento bíblico ypatrístico del nuevo dogma, la definición misma llena, como su infalible autoridad, lalaguna, y hace digno de fe el dogma. Con o sin pruebas bíblicas y patrísticas, ladefinición misma es ahora el verdadero fundamento dogmático de la Asunción, y lo espor sí misma, independientemente del consenso de la Iglesia que le dio ocasión, según lasclaras expresiones del Concilio Vaticano.Para los creyentes simples, el razonamiento : el papa es infalible, luego si el dogma nofuese verdadero no lo habría definido, está demasiado de acuerdo con sus hábitos depensamiento, acríticos, que son cultivados cuidadosamente como si fueran la contraseñade una fe auténtica ; en consecuencia, no puede menos que prevalecer sobre las fatigosasobjeciones de la erudición histórica, cuya importancia no están tampoco en condicionesde valorar.Para el magisterio romano, la fórmula de la tradición dinámica significa un instrumentosimple y eficaz, que abre ilimitadas posibilidades de dirección espiritual adecuadas a lasexigencias de la época y a la planificación religiosa de la Iglesia, para la cual, superadoahora el punto crítico del contraste con el antiguo tradicionalismo, desvinculado elmagisterio vivo de la sumisión a los criterios histórico-exegéticos sin resistenciasapreciables tanto en la iglesia docente como en la iglesia discente, no se ve ningúnmotivo para que deba privarse de un órgano tan dócil y preciso, en cuya preparación yatestación han trabajado tantas generaciones de técnicos.En cuanto a los de afuera, éstos simplemente han sido confirmados en su convicción deque la infalibilidad papal es un principio jurídico y no un instrumento de investigación de249 Max Thurian, Le dogme de l’Assomption, en Verbum Caro, vol. V. Nº 17-20, 1950; p.11.
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