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pricho se convertía en manía, en obsesión;obsesión tanto mayor cuanto que Rochefortponía cierta cómica coquetería enno querer conocer al Duque. Parécemeestar viendo todavía la noche del estrenode La bella Elena, á Morny deteniendoá Villemessant en un pasillo:—¡Lo que es esta vez me va usted ápresentar á Rochefort!—¡Señor Duque!... ¡Sí, señor Duque!...Hablando de ello estábamos hace un momento.Y Villemessant echaba á correr enbusca de Rochefort; pero Rochefort habíadesaparecido.Entonces surgió la idea de inventaruna combinación, de maquinar una especiede complot para que se encontraranel Duque y Rochefort. Sabíase queéste era gran aficionado á antigüedades(¿no era el autor de los Pequeños misteriosdel Hotel de Ventas?) é inteligenteaficionado á cuadros.El Duque poseía una galería muy curiosa.Llevarían á Rochefort á que visitarala galería; el Duque estaría allícomo por casualidad, y se haría la pre-ENRIQUE ROCHEFORT 231• sentación. Se fijó el día; un amigo se encargade llevar á Rochefort; el Duqueespera en la galería; espera una hora,dos horas á solas con sus Rembrandt ysus Hobbema, y tampoco aquella vezacudió el deseado monstruo.Mientras vivió el Duque (sin duda efectode pura casualidad, porque no creoque aquella amistad , tan poco correspondida,llegara hasta proteger al ingratofolletinista contra los rayos de la justicia);mientras el Duque vivió, Rochefortfué muy poco molestado. Pero encuanto desapareció Morny, comenzaronlas persecuciones.Rochefort, aguijoneado, aumentó suinsolencia y su audacia Las multas menudearoncomo granizo, y tras las multasvino la prisión. Pronto tomó la previacensura cartas en el asunto. La censura,con su palacio para catar principios,opinó que todo lo que escribía Rocheforttenía sabor político. La vida delFígaro se vió amenazada y Rocheforttuvo que salir de laredacción. Entoncesfundó La Lanterne, desenmascaró susbaterías é izó bandera de corsario, y en-