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TREINTA AÑOS DE PARISblica. 01 cuchichear en torno mió: —¿Quién es?--Miradlo, miradlo... y se reían.Por fin alguien dijo:— ¡Es el principe valaco!—¿El príncipe valaco?... ¡ah! ¡sí, ya!perfectamente.Supongo que aquella noche esperabanallí á un príncipe de Valaquia. Ya clasificado,me dejaron en paz. Pero no lehace; así y todo, no podéis figuraroscuánto me pesó toda la noche mi usurpadacorona. Primero bailarín, despuéspríncipe de Valaquia. Pero ¿no veíanaquellas gentes mi lira?Afortunadamente para mí, una noticiarepentina, que fué de boca en boca desdeun extremo al otro del salón, hizo quese olvidasen al mismo tiempo del pollobailarín y del príncipe valaco.El matrimonio estaba por entonces demoda, según parece, entre el personalfemenino de la Comedia; y la mayor partede aquellas uniones novelescas seconcertaba en los miércoles de Agustinade Brohan, en los cuales se reunía alrededorde las bellas artistas ó alumnasdel Teatro Francés la flor y nata del pe-MI PRIMER FRAC 53riodismo oficial, de la Banca y de la altaadministración del Imperio.La señorita Fix, la deliciosa cómica,la de hermosos ojos de hebrea, se casabacon un gran banquero y moría al dará luz; la señorita Figeac, católica y romántica,sonaba ya con que un sacerdotebendijese solemnemente sus futuros almacenesdel boulevard Haussmann, comose hace con un buque á punto de serbotado al mar; hasta Emilia Dubois, larubia Emilia, aunque condenada por suendeble belleza al eterno papel de inge^nua, soñaba con flores de azahar bajo elprotector chai de su señora madre: encuanto á Magdalena Brohan, la bella ymajestuosa hermana de Agustina, no secasaba; al contrario, se disponía á descasarse,y á dar á Mario Uchard tiempo ymimbres, como sfe dice vulgarmente,,para escribir los cuatro actos de Fiammina.Así es que hubo una enorme explosiónen aquel medio ambiente, tancargado de electricidad marital, cuandocirculó este rumor: «Gustavo Fould acabade casarse con Valeria.» ¡GustavoFould, el hijo del Ministro! ¡Valeria, laM*