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jes. Después de las campañas del romanticismo,los obreros poetas, los versificadorescristianos se habían coladoen ese octavo castillo del rey de Bohemia.De los antiguos románticos, unosólo quedaba, firme en su puesto, estiradodentro de su levitón como un perroviejo hugonote metido en su armadura.Era Amadeo Pommier un artesanomaravilloso en palabras y rimas, el amigode los Dondey y de los Petrus Borel,el autor de El Infierno, de Calaveradasy deudas del corazón, hermosos librosde títulos relumbrantes, regalo de losliteratos,espanto de las Academias yllenos de versos sonoros y de mucho color,como bandada de pájaros tropicales.Amadeo Pommier era pobre y digno.Vivía encerrado, ganándose la vida haciendotraducciones, que no firmaba,para la casa editorial de Hachette. Unpormenor curioso: en colaboración conAmadeo Pommier, Balzac, atormentadosiempre por el deseo de hacer una grancomedia clásica, emprendió el Orgon,en cinco actos y en verso, que era lacontinuación del Tartufe.En aquel salón verde del Arsenal conocítambién á Enrique de Bornier. Recitabaá menudo pequeñas composicionesde versos muy buenos, de una de lascuales me acuerdo porque terminabacada estrofa con este estribillo: «¡Eh,eh! ¡que no soy tan tonto!» Y no era tonto,efectivamente, el señor de Bornier,puesto que supo obtener con su Hija deRoland un ruidoso éxito en el TeatroFrancés, éxito que abrirá al autor deaquella obra las puertas de la Academia.Algunas noches había gran zafarrancho,se llevaban biombos, se ponían las sillasen fila y se hacían charadas. Confieso quetomé parte yo también en algunas deaquellas charadas, y aún me parece estarmeviendo en un mercado turco, vestidode circasiana, con un gran veloblanco.Tenía á la señora de Bornier por compañerade esclavitud. Su marido, conturbante, representaba un Sultán, y noscompraba. El mercader de esclavos erani más ni menos-y no os enfadéis-queelSr. de L..., senador, ex ministro, engran predicamento en aquella época, y«f y ' :\\j '¿Al .

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