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ía un poeta. Philoxéne acabó tristemente,trabajando en cosas sin lucimientopara vivir y comprar libros, pensandosiempre en su grandioso estudio sobreShakespeare, sin poder escribirlo jamás.Porque quería leer todo lo que se escribiesesobre el gran poeta inglés, y todoslos días se publicaban en Alemania y enInglaterra libros y folletos nuevos, quele obligaban á dejar para el día siguienteel principiar su trabajo.Ha muerto dejando por todo bagajeliterario dos actos escritos en colaboracióncon Teodoro de Banville, un Polichinelasin concluir, de un corte bastanteoriginal, y remendado después por algunosde esos que hacen arreglos de lascosas ajenas, y un tomo de poesías recogidasy editadas por sus amigos. Se habíaconseguido un destinillo de administradorade Correos para su viuda. Despuésde haber llorado mucho á su poeta,aquella buena y sencilla mujer se volvióácasar hace dos años.¿Sabéis conquián?Con el cartero.¿No he hecho bien llamando vuestraatención sobre Philoxéne y su mujer?Yo por mí sé decir que no puedo olvidarlos,y que me parece estar viéndolostodavía allí sentados, discretos y tímidos,en un rincón del salón; él agitadopor nerviosos sobresaltos; ella apretandolas rodillas asombrada; en tanto quePagans, recién llegado del país de lascidras, cantaba canciones españolas; yque la condesa de Chodsko servía un té,frío y claro—verdadero té de la emigración—ásoberbios polacos, de abundososcabellos, retorcidos en grandes melenas,que caían sobre la nuca, ardientes, colorde espiga quemada; y que el bueno delviejo Chodsko, á las doce de la nocheen punto, con la regularidad de un cuco,se presentaba en la puerta con una palmatoriaen la mano, dirigía una miradacircular á la reunión y chapurraba conmarcadísimo acento eslavo un «buenosdías, señores,» á personas que le hansido presentadas, pero á las cuales noconoce, y luego desaparecía mecánicamentetras los pliegues de un portière.El deseo de lucir mi frac me llevabaalgunas veces más lejos, allá, al otro extremode París, al otro lado del Sena.

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