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el capitán más á propósito que se podíaimaginar para mandar ese atrevido buquecorsario que durante veinte años, ycon pabellón del Rey, sembrado de floresde lis, ha navegado por su cuenta.Es tiránico, caprichoso; pero ahondandoun poco, y en el fondo, siempre el interésdel periódico os dará la razón de sutiranía y de su capricho. Estamos en el añode gracia de 1858, en el Café deVariedadesó en el Café Veron, á eso de las oncede la mañana, un jueves. El Fígaro acabade salir; Villemessant está almorzando.Habla, redacta anécdotas que insertaráen el próximo número, si hacen reir, yque olvidará para siempre si hacen fiasco.Escucha é interroga.—«¿Qué le pareceá usted el artículo de Fulano?—[Delicioso!—Tienetalento, ¿no es verdad?—¡Muchísimo talento!»Villemessant sube radiante á la redacción:«¿Dónde estáFulano? ¡Que vengaFulano!... ¡Tiene muchísimo talento!...No hay nadie como él... Todo París hablade su artículo.»Y ahí tienen ustedes á Fulano felicitado,mimado, ascendido. Cuatro días después,en la misma mesa del café, el mismoconvidado declara que el mismo artículode Fulano es tonto, y Villemessantsube á la redacción, pero no radiante,sino furioso; no para aumentarleel sueldo, sino para echarle del periódico.Sin duda á consecuencia de algunaconsulta de esas entre pimienta y queso,se produjo la escena entre Villemessanty Pablo d'Ivoy, que tanto escandalizó micandidez de principiante.

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