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Esa costumbre mía de que acabo dehablar, esa costumbre de relatar en vozalta mis libros mientras los estoy pensando,es un procedimiento de trabajocomo otro cualquiera. Explicando miobra á los demás, dilucido mi asunto, mepenetro de él,.ensayo ante mis oyenteslos pasajes que han dellamar la atención, yestas conversacionesme proporcionan sorpresasy descubrimientosque conservo, graciasá mi buena memoria.¡Desgraciadodel que viene á visitarmey me interrumpeen medio de mi fiebrecreadora! Continúo implacablemente delantede él hablando en vez de escribir,retocando bien ó mal, pero de un modoininteligible para él, las diferentes partesde mi novela; y á pesar del fastidio,á pesar de la distracción visible de misojos, que tratan de huir una improvisaciónabundante, edifico un capítulo y lodesarrollo de palabra. En París, en migabinete de trabajo, en mis paseos porel campo ó embarcado, he llegado á fastidiará muchos compañeros y amigosque no podían sospechar su muda colaboración.Peromi mujer es laque más ha soportadoestas molestiasdel trabajohablado, del asuntotorcido y retorcidoveinte vecesseguidas:«¿Qué pensaríashaciendo morir áSidonia?... ¿Si de.jase vivir á Risler?...¿Qué debe decirDelobelle, ó Francisco, - •ó Clara en esta circunstancia?»Y esto desde por la mañanahasta la noche, en todos los momentos,en las comidas, en el coche,en el teatro, al regreso de una reunión,en una de esas carreras de coche de alquilerque cruzan por entre el silencioy el sueño de París.-a _ !