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jando. Un poco de latón, un poco de cola,papel dorado, terciopelo, y es bastante,á pesar de la miseria y del frío, parafabricar con la punta de los dedos, casisin herramientas, sólo con habilidad éingenio, esos objetos menudos, bonitos ybien hechos, como dicen los comerciantesambulantes al ofre.cerlos; pierrots, bailarinas,mariposas quemueven las alas, maravillaspor cuatro perros,juguetes para pobres,fabricados por pobres,en los cuales se marcael gusto delicado deeste admirable pueblo.Contando mi libro en voz alta, comoes mi manía cuando estoy construyéndolointeriormente, hablé un día a AndrésGill, el dibujante-pintor que era todo unartista, de aquella hija de Delobelle, talcomo me disponía á describirla; me advirtióque en una novela de Dickens,que yo no conocía, El amigo común, lucíaexactamente la misma ficción de unajoven enfermiza, modista de muñecas,escrita con esa ternura profunda de loshumildes, esa hechicería del gran novelistainglés. Fué una ocasión aquellapara recordar que muchas veces me habíacomparado á Dickens, allá en tiempolejano, cuando yo aún no había leídoi-vo^, * *orr,