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ñas, lentas y rimadas con acompañamientode deliciosa música de Bizet,compuesta de reminiscencias de Nochebuenay de marchas antiguas. A la vistade aquella obra llena de pasión, que ámí me deleitaba como buen meridional,pero la cual consideraba yo con demasiadosabor local, con demasiada sencillezen la acción, temía que los parisiensesno transigirían muchas noches conoir hablar de las cigarras, de las muchachasde Arlés, del mistral, de mi molino,y que era hora de interesarles con unaobra más á propósito para ellos, más enrelación con su vida diaria y que se agitaseen su propia atmósfera; y como entoncesvivía yo en el Marais, tuve laidea de colocar un drama en medio dela actividad obrera de aquel barrio comercial.La asociación me pareció un asuntotentador; como hijo de industrial, conocíayo el engranaje de esa colaboracióncomercial en la cual intereses semejantesacoplan, en virtud de una necesidadde todos los momentos, y á veces mantieneunidos durante muchos años á seresde diversos temperamentos y de diferenteeducación. Conocía las envidiasde una casa á otra, la agria rivalidad delas mujeres, en quienes subsisten las castasy luchan todavía más que en el hombre,y todas las molestias y mortificacionesde la vida en común.En Nimes, en Lyon, en París, teníacuantos modelos quisiera, todos en mipropia familia, y me puse á pensar en laobra teatral cuyo nudo debía ser el honorde la firma, de la razón social.Desgraciadamente, hasta para el teatrose necesita la pasión. El adulterio consus mentiras, sus emociones, sus peligros,solicita toda la atención del público,y por eso el interés de aquel estudiomío se halla concentrado en Sidonia ysus aventuras, cuando el verdadero asuntode mi obra debía ser la asociación comercial;pero me propongo intentarlo denuevo algún día.Como todo el mundo sabe, La Artesianafracasó. Era una insensatez creer queen pleno boulevard, en aquel rinconcitocoquetón de la Calzada de Antin, al pasode las modas, del capricho, del torbelli41