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344 TREINTAAÑOS DE PARISFlaubert experimentaba la melancolíade los éxitos pasados, saboreados hastalas heces, hasta las censuras de la críticay del público, que le hablaban siemprede su primer libro, haciendo de MadameBovary un obstáculo glorioso paraSalammbô y para la Educación sentimental,Goncourt parecía cansado, descorazonadopor un gran esfuerzo, del cual seaprovechaba toda una nueva generaciónde novelistas, y los cuales lo dejarían áél—al menos así lo pensaba—á él, al instigador,casi desconocido.De pronto yo era el único que sentíavenir hacia sí la moda de muchos milesde ejemplares, y aquello me tenia confusoy como avergonzado delante de escritoresde valer. Todos los domingos,cuando llegaba, me preguntaban:.—¿Y las ediciones? ¿Cuántas van?Cada día era necesario empezar nuevastiradas; verdaderamente ya no sabíadónde meterme yo y mi éxito.—Nosotros no venderemos así jamás,decía Zola sin envidia, pero con un pocode tristeza.Hace doce años de esto. Hoy sus nove-FROMONT, MENOR, Y RISLER, MAYOR 345las se imprimen por cientos de ediciones:las de Goncourt andan de mano enmano, y me echo á reir yo solo cuandorecuerdo aquella nota triste y resignada:«¡Nosotros no venderemos asíjamás!»44