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¡Ah! ¡Pobres mujeres délos artistas!Es verdad que la mía es tan artista á suvez, que ha tomado gran parte en todocuanto yo he escrito. No hay ni unapáginaque ella no haya repasado, retocado,sobre la cual no haya echado un poquillodel polvo de sus alas azul y oro. ¡Yes tanmodesta, tan sencilla, tan poco mujer deletras! Había yo dicho esto un día dandotestimonio de su cariñosa infatigable colaboraciónen la dedicatoria del Nabab;mi mujer no consintió que se publicaraaquella dedicatoria, y la conservé solamenteen una docena de ejemplaresparalos amigos, muy pocos, y que ahora recomiendoá los aficionados.Ya he dicho mi procedimiento paratrabajar. Cuando todas mis notas estántomadas y los capítulos ordenados y separados,y los personajes vivos y en pieen mi espíritu, empiezo á escribir de prisay en borrador.Apunto las ideas y los acontecimientos,sin tomarme tiempo para una redacción,no ya completa, sino ni siquieracorrecta, porque el asuntó me asedia,me aguijonea, y se desborda en pormeñoresy caracteres. Cuando he llenadouna cuartilla, se la doy á mi colaborador,vuelvo á verla yo después, y por fin lacopio con gran satisfacción. Satisfacciónde colegial que acaba su tarea, retocandoalgunas frases, completando, afinando;ese es el mejor período del trabajo.Así fué hecho Fromont, en uno de losmás antiguos hoteles del Marais, dondetenía yo un gabinete de trabajo, cuyasventanas anchas, altas, magnificas, permitíanver desde dentro lo verde del jardín.Pero al otro lado de aquella zona decalma y de gorjeos de pájaros estaba lavida obrera de los barrios, las columnasde humo que salen de las altas chimeneasde las fábricas, el rodar de los camiones,y aún me parece estar oyendosobre el empedrado de un patio cercanolos vaivenes de un carretón de comercioque en la época de los regalos de Pascua,arrastra tambores y más tamborespara los niños, hastalassiete de la noche,cuando ya estaba muy oscuro. Nada tansano ni tan bueno como trabajar en laatmósfera misma del asunto, en el medioen el cual siente uno moverse á los43