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TREINTA AÑOS DE PARÍScon, había una antigua familia de Barbarin,que me amenazó con empapelarmesi no quitaba, de prisa y corriendo, suapellido de aquella bufonada ultrajante.Como tengo el santo temor de los Tribunalesy de la Justicia, consentí en sustituirBarbarin por Tartarin en las pruebasya tiradas, y entonces necesité engolfarmeen una minuciosa caza de B,repasando el original línea á línea. Algunasse me escaparían en aquellas trescientaspáginas, porque en la primeraedición tropieza uno con varios 5ar/arines,Jar&arines y hasta /uenas noches.Al fin apareció el libro, y resultó bastantebien, á pesar de su aroma demasiadolocal, del que no todo el mundo gusta.Es preciso ser del Mediodía, ó conocermucho aquella tierra, para comprendercuán frecuente es allí ese tipo de Tartarin,y de qué modo, bajo el espléndidosol tarasconense que los caldea y electriza,las aficiones burlonas de los cráneosy de las imaginaciones exagera ytoma desenvolvimientos monstruosos,tan variados de forma y de dimensióncomo las cogurdas.