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MADAME BOVARY-Gustave Flaubert

Madame Bovary (título completo en francés: Madame Bovary, Mœurs de province) es la novela del escritor francés Gustave Flaubert, publicada en 1856. El personaje vive más allá de sus posibilidades para escapar de las banalidades y el vacío de la vida provincial. Cuando la novela se realizó por primera vez en La Revue de Paris entre el 1 de octubre de 1856 y el 15 de diciembre de 1856, los fiscales atacaron la novela por obscenidad. El juicio resultante en enero de 1857 hizo la historia notoria. Después de la absolución de Flaubert el 7 de febrero de 1857, Madame Bovary se convirtió en un éxito de ventas en abril de 1857 cuando se publicó en dos volúmenes. Una obra seminal de realismo literario, la novela se considera ahora la obra maestra de Flaubert, y una de las obras literarias más influyentes de la historia. El crítico británico James Wood escribe: "Flaubert estableció, para bien o para mal, lo que la mayoría de los lectores consideran narración realista moderna, y su influencia es casi demasiado familiar para ser visible".

Madame Bovary (título completo en francés: Madame Bovary, Mœurs de province) es la novela del escritor francés Gustave Flaubert, publicada en 1856. El personaje vive más allá de sus posibilidades para escapar de las banalidades y el vacío de la vida provincial. Cuando la novela se realizó por primera vez en La Revue de Paris entre el 1 de octubre de 1856 y el 15 de diciembre de 1856, los fiscales atacaron la novela por obscenidad. El juicio resultante en enero de 1857 hizo la historia notoria. Después de la absolución de Flaubert el 7 de febrero de 1857, Madame Bovary se convirtió en un éxito de ventas en abril de 1857 cuando se publicó en dos volúmenes. Una obra seminal de realismo literario, la novela se considera ahora la obra maestra de Flaubert, y una de las obras literarias más influyentes de la historia. El crítico británico James Wood escribe: "Flaubert estableció, para bien o para mal, lo que la mayoría de los lectores consideran narración realista moderna, y su influencia es casi demasiado familiar para ser visible".

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—¡Sí… ahí va!<br />

—¡Que se acerque, pues!<br />

Entonces vieron adelantarse al estrado a una mujer viejecita, de aspecto<br />

tímido, y que parecía encogerse en sus pobres vestidos. Iba calzada con unos<br />

grandes zuecos de madera, y llevaba ceñido a las caderas un gran delantal azul.<br />

Su cara delgada, rodeada de una toca sin ribete, estaba más llena de arrugas que<br />

una manzana reineta pasada, y de las mangas de su blusa roja salían dos largas<br />

manos de articulaciones nudosas. El polvo de los graneros, la potasa de las<br />

coladas y la grasa de las lanas las habían puesto tan costrosas, tan rozadas y<br />

endurecidas que parecían sucias aunque estuviesen lavadas con agua clara; y, a<br />

fuerza de haber servido, seguían entreabiertas como para ofrecer por sí mismas<br />

el humilde homenaje de tantos sufrimientos pasados. Una especie de rigidez<br />

monacal realzaba la expresión de su cara. Ni el menor gesto de tristeza o de<br />

ternura suavizaba aquella mirada pálida. En el trato con los animales, había<br />

tomado su mutismo y su placidez. Era la primera vez que se veía en medio de<br />

tanta gente; y asustada interiormente por las banderas, por los tambores, por<br />

los señores de traje negro y por la cruz de honor del consejero, permanecía<br />

completamente inmóvil, sin saber si adelantarse o escapar, ni por qué el público<br />

la empujaba y por qué los miembros del jurado le sonreían. Así se mantenía,<br />

delante de aquellos burgueses eufóricos, aquel medio siglo de servidumbre.<br />

—¡Acérquese, venerable Catalina-Nicasia-Isabel Leroux! —dijo el señor<br />

consejero, que había tomado de las manos del presidente la lista de los<br />

galardonados.<br />

Y mirando alternativamente el papel y a la vieja señora, repetía con tono<br />

paternal:<br />

—¡Acérquese, acérquese!<br />

—¿Es usted sorda? —dijo Tuvache, saltando en su sillón.<br />

Y empezó a gritarle al oído:<br />

—¡Cincuenta y cuatro años de servicio! ¡Una medalla de plata! ¡Veinticinco<br />

francos! Es para usted.<br />

Después, cuando tuvo su medalla, la contempló. Entonces una sonrisa de<br />

felicidad se extendió por su cara, y se le oyó mascullar al marcharse:<br />

—Se la daré al cura del pueblo para que me diga misas.<br />

—¡Qué fanatismo! —exclamó el farmacéutico, inclinándose hacia el<br />

notario.<br />

La sesión había terminado; la gente se dispersó; y ahora que se habían<br />

leído los discursos, cada cual volvía a su puesto y todo volvía a la rutina; los<br />

amos maltrataban a los criados, y éstos golpeaban a los animales, triunfadores<br />

indolentes que se volvían al establo, con una corona verde entre los cuernos.<br />

Entretanto, los guardias nacionales habían subido al primer piso del<br />

ayuntamiento, con bollos ensartados en sus bayonetas, y el tambor del batallón<br />

con una cesta de botellas. Madame Bovary cogió del brazo a Rodolfo; él la<br />

acompañó a su casa; se separaron ante la puerta; después Rodolfo se paseó solo<br />

por la pradera, esperando la hora del banquete.<br />

El festín fue largo, ruidoso, mal servido; estaban tan amontonados que<br />

apenas podían mover los codos, y las estrechas tablas que serv ían de bancos<br />

estuvieron a punto de romper bajo el peso de los comensales. Comían con

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