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MADAME BOVARY-Gustave Flaubert

Madame Bovary (título completo en francés: Madame Bovary, Mœurs de province) es la novela del escritor francés Gustave Flaubert, publicada en 1856. El personaje vive más allá de sus posibilidades para escapar de las banalidades y el vacío de la vida provincial. Cuando la novela se realizó por primera vez en La Revue de Paris entre el 1 de octubre de 1856 y el 15 de diciembre de 1856, los fiscales atacaron la novela por obscenidad. El juicio resultante en enero de 1857 hizo la historia notoria. Después de la absolución de Flaubert el 7 de febrero de 1857, Madame Bovary se convirtió en un éxito de ventas en abril de 1857 cuando se publicó en dos volúmenes. Una obra seminal de realismo literario, la novela se considera ahora la obra maestra de Flaubert, y una de las obras literarias más influyentes de la historia. El crítico británico James Wood escribe: "Flaubert estableció, para bien o para mal, lo que la mayoría de los lectores consideran narración realista moderna, y su influencia es casi demasiado familiar para ser visible".

Madame Bovary (título completo en francés: Madame Bovary, Mœurs de province) es la novela del escritor francés Gustave Flaubert, publicada en 1856. El personaje vive más allá de sus posibilidades para escapar de las banalidades y el vacío de la vida provincial. Cuando la novela se realizó por primera vez en La Revue de Paris entre el 1 de octubre de 1856 y el 15 de diciembre de 1856, los fiscales atacaron la novela por obscenidad. El juicio resultante en enero de 1857 hizo la historia notoria. Después de la absolución de Flaubert el 7 de febrero de 1857, Madame Bovary se convirtió en un éxito de ventas en abril de 1857 cuando se publicó en dos volúmenes. Una obra seminal de realismo literario, la novela se considera ahora la obra maestra de Flaubert, y una de las obras literarias más influyentes de la historia. El crítico británico James Wood escribe: "Flaubert estableció, para bien o para mal, lo que la mayoría de los lectores consideran narración realista moderna, y su influencia es casi demasiado familiar para ser visible".

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celindas, y proyectaba en su recuerdo sombras más desmesuradas y<br />

melancólicas que las de los sauces inmóviles que se inclinaban sobre la hierba. A<br />

menudo algún bicho nocturno, erizo o comadreja, dispuesto para cazar, movía<br />

las hojas, o se oía por momentos un melocotón maduro que caía, solo, del<br />

espaldar.<br />

—¡Ah!, ¡qué hermosa noche! —dijo Rodolfo.<br />

—¡Tendremos otras! —replicó Emma.<br />

Y como hablándose a sí misma:<br />

—Sí, será bueno viajar… ¿Por qué tengo el corazón triste, sin embargo? ¿Es<br />

el miedo a lo desconocido…, el efecto de los hábitos abandonados o más bien…?<br />

No, es el exceso de felicidad. ¡Qué débil soy, verdad! ¡Perdóname!<br />

—Todavía estás a tiempo —exclamó Rodolfo. Reflexiona, quizás te<br />

arrepentirás después.<br />

—¡Jamás! —dijo ella impetuosamente.<br />

Y acercándose a él:<br />

—¿Pues qué desgracia puede sobrevenirme? No hay desierto, precipicio ni<br />

océano que no atravesara contigo. A medida que vivamos juntos, será como un<br />

abrazo cada día más apretado, más completo. No tendremos nada que nos<br />

turbe, ninguna preocupación, ningún obstáculo. Viviremos sólo para nosotros,<br />

el uno para el otro, eternamente… ¡Habla, contéstame!<br />

Rodolfo contestaba a intervalos regulares. «Sí… Sí…»<br />

Ella le había pasado las manos por los cabellos y repetía con voz infantil, a<br />

pesar de las gruesas lágrimas que le caían:<br />

—¡Rodolfo! ¡Rodolfo! ¡Ah, Rodolfo, querido Rodolfito mío! Sonaron las<br />

campanadas de medianoche.<br />

—¡Las doce! exclamó Emma. ¡Vámonos, ya es mañana! ¡Un día más!<br />

Rodolfo se levantó para marcharse; y como si aquel gesto fuese la señal de<br />

su fuga, Emma exclamó, de pronto, con aire jovial:<br />

—¿Tienes los pasaportes?<br />

—Sí.<br />

—¿No olvidas nada?<br />

—No.<br />

—¿Estás seguro?<br />

—Segurísimo.<br />

—Es en el Hotel de Provence, donde me esperarás, ¿verdad?… a<br />

mediodía…<br />

Rodolfo hizo un gesto de afirmación con la cabeza.<br />

—¡Hasta mañana! —dijo Emma en una última caricia.<br />

Y le miró alejarse.<br />

Rodolfo no miraba hacia atrás, Emma corrió detrás de él inclinándose a la<br />

orilla del agua entre malezas:<br />

—¡Hasta mañana! —exclamó.<br />

Rodolfo estaba ya al otro lado del río y caminaba deprisa por la pradera.

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