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MADAME BOVARY-Gustave Flaubert

Madame Bovary (título completo en francés: Madame Bovary, Mœurs de province) es la novela del escritor francés Gustave Flaubert, publicada en 1856. El personaje vive más allá de sus posibilidades para escapar de las banalidades y el vacío de la vida provincial. Cuando la novela se realizó por primera vez en La Revue de Paris entre el 1 de octubre de 1856 y el 15 de diciembre de 1856, los fiscales atacaron la novela por obscenidad. El juicio resultante en enero de 1857 hizo la historia notoria. Después de la absolución de Flaubert el 7 de febrero de 1857, Madame Bovary se convirtió en un éxito de ventas en abril de 1857 cuando se publicó en dos volúmenes. Una obra seminal de realismo literario, la novela se considera ahora la obra maestra de Flaubert, y una de las obras literarias más influyentes de la historia. El crítico británico James Wood escribe: "Flaubert estableció, para bien o para mal, lo que la mayoría de los lectores consideran narración realista moderna, y su influencia es casi demasiado familiar para ser visible".

Madame Bovary (título completo en francés: Madame Bovary, Mœurs de province) es la novela del escritor francés Gustave Flaubert, publicada en 1856. El personaje vive más allá de sus posibilidades para escapar de las banalidades y el vacío de la vida provincial. Cuando la novela se realizó por primera vez en La Revue de Paris entre el 1 de octubre de 1856 y el 15 de diciembre de 1856, los fiscales atacaron la novela por obscenidad. El juicio resultante en enero de 1857 hizo la historia notoria. Después de la absolución de Flaubert el 7 de febrero de 1857, Madame Bovary se convirtió en un éxito de ventas en abril de 1857 cuando se publicó en dos volúmenes. Una obra seminal de realismo literario, la novela se considera ahora la obra maestra de Flaubert, y una de las obras literarias más influyentes de la historia. El crítico británico James Wood escribe: "Flaubert estableció, para bien o para mal, lo que la mayoría de los lectores consideran narración realista moderna, y su influencia es casi demasiado familiar para ser visible".

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—¡Emma! —dijo él.<br />

—¿Qué?<br />

—Bueno, he pasado esta tarde por casa del señor Alexandre; tiene una<br />

vieja potranca todavía muy buena, con una pequeña herida en la rodilla<br />

solamente, y que nos dejarían, estoy seguro, por unos cien escudos…<br />

Y añadió:<br />

—Incluso pensando que te gustaría, la he apalabrado…, la he comprado…<br />

¿He hecho bien? ¡Dímelo!<br />

Ella movió la cabeza en señal de asentimiento; luego, un cuarto de hora<br />

después:<br />

—¿Sales esta noche? —preguntó ella.<br />

—Sí, ¿por qué?<br />

—¡Oh!, nada, nada, querido.<br />

Y cuando quedó libre de Carlos, Emma subió a encerrarse en su<br />

habitación. Al principio sintió como un mareo; veía los árboles, los caminos, las<br />

cunetas, a Rodolfo, y se sentía todavía estrechada entre sus brazos, mientras que<br />

se estremecía el follaje y silbaban los juncos.<br />

Pero al verse en el espejo se asustó de su cara. Nunca había tenido los ojos<br />

tan grandes, tan negros ni tan profundos. Algo sutil esparcido sobre su persona<br />

la transfiguraba.<br />

Se repetía: «¡Tengo un amante!, ¡un amante!», deleitándose en esta idea,<br />

como si sintiese renacer en ella otra pubertad. Iba, pues, a poseer por fin esos<br />

goces del amor, esa fiebre de felicidad que tanto había ansiado.<br />

Penetraba en algo maravilloso donde todo sería pasión, éxtasis, delirio;<br />

una azul inmensidad la envolvía, las cumbres del sentimiento resplandecían<br />

bajo su imaginación, y la existencia ordinaria no aparecía sino a lo lejos, muy<br />

abajo, en la sombra, entre los intervalos de aquellas alturas.<br />

Entonces recordó a las heroínas de los libros que había leído y la legión<br />

lírica de esas mujeres adúlteras empezó a cantar en su memoria con voces de<br />

hermanas que la fascinaban. Ella venía a ser como una parte verdadera de<br />

aquellas imaginaciones y realizaba el largo sueño de su juventud,<br />

contemplándose en ese tipo de enamorada que tanto había deseado. Además,<br />

Emma experimentaba una satisfacción de venganza. ¡Bastante había sufrido!<br />

Pero ahora triunfaba, y el amor, tanto tiempo contenido, brotaba todo entero a<br />

gozosos borbotones. Lo saboreaba sin remordimiento, sin preocupación, sin<br />

turbación alguna.<br />

El día siguiente pasó en una calma nueva. Se hicieron juramentos. Ella le<br />

contó sus tristezas. Rodolfo le interrumpía con sus besos; y ella le contemplaba<br />

con los párpados entornados, le pedía que siguiera llamándola por su nombre y<br />

que repitiera que la amaba. Esto era en el bosque, como la víspera, en una<br />

cabaña de almadreñeros. Sus paredes eran de paja y el tejado era tan bajo que<br />

había que agacharse. Estaban sentados, uno junto al otro, en un lecho de hojas<br />

secas.<br />

A partir de aquel día se escribieron regularmente todas las tardes. Emma<br />

llevaba su carta al fondo de la huerta, cerca del río, en una grieta de la terraza.

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